Camina por valles árticos cerca de Tromso con raquetas (o a pie si no hay nieve), acompañado por un guía local que conoce cada rincón. Disfruta del silencio roto solo por risas, un almuerzo sencillo con vistas al fiordo y pequeños momentos —como descubrir huellas o compartir un café— que se quedan contigo mucho después de haber entrado en calor.
Nos encontramos frente al Scandic Ishavhotel, las botas chirriaban sobre la acera y yo ya me sentía fuera de lugar con unos guantes prestados. Nuestro guía, Erik, nos saludó con esa calma típica noruega: sin prisas, solo un gesto y un “¿Listos?” El viaje en furgoneta fuera de Tromso fue silencioso, salvo por el sonido de un termo abriéndose. No dejaba de mirar cómo cambiaba la luz sobre las colinas de Kvaloya; incluso en invierno no es ni oscuro ni claro, más bien un azul grisáceo. Erik nos señaló dónde a veces cruzan renos (no vimos ninguno, pero juraba que existen). Al empezar a andar con las raquetas me costó un poco — casi me caigo de cara — pero tras unos pasos se volvió tan fácil como caminar sobre un bizcocho esponjoso.
El valle estaba silencioso y amortiguado, solo se oían nuestros pasos crujir y alguna risa cuando alguien perdió un bastón. Recuerdo el aire, tan puro y cortante, como metal frío, y cada bocanada parecía más limpia que el aire al que estoy acostumbrado en casa. En un momento paramos para que Erik nos mostrara huellas de animales en la nieve (¿un zorro?), y nos contó una historia de su abuela recogiendo moras árticas aquí en otoño. Intenté decir “mora ártica” en noruego, pero ni me acerqué. Subimos una pequeña loma y de repente apareció esa vista: el fiordo abajo, las montañas abrazándolo, todo tan tranquilo que si te quedabas quieto podías escuchar tu propio corazón latir.
El almuerzo fue sencillo pero perfecto: un sándwich y café caliente del mochila de Erik mientras nos sentábamos en colchonetas mirando el agua abajo. Tenía los dedos congelados, pero no me importaba; hay algo en comer al aire libre con este frío que hace que la comida sepa diferente. Alguien preguntó si nos sacarían fotos (sí, las envían por email después), lo cual fue genial porque mi móvil murió a mitad del camino. De vuelta, las piernas me temblaban, pero a nadie le molestó ir despacio. Hablamos de lo extraño que es estar en un lugar sin ruido de tráfico, solo viento y botas sobre la nieve.
No, la recogida es en el Scandic Ishavhotel en el centro de Tromso, no en hoteles individuales.
Si hay poca o ninguna nieve, la excursión se convierte en una caminata normal.
Sí, el almuerzo y café o té están incluidos durante la salida.
Los grupos son pequeños, hasta ocho personas para una experiencia más cercana.
Hay opciones vegetarianas, veganas y sin gluten si se solicitan al reservar.
El guía toma fotos durante la excursión; luego envían las imágenes por email gratis.
El trayecto desde el centro de Tromso al campo dura entre 30 y 45 minutos, según condiciones.
Se para en una gasolinera antes de entrar en la naturaleza; fuera de eso, solo baños al aire libre.
Tu día incluye recogida en el Scandic Ishavhotel en el centro de Tromso, todo el equipo necesario como raquetas y bastones (o solo botas si no hay nieve), almuerzo con café o té —también opciones vegetarianas o sin gluten si avisas— y fotos de recuerdo enviadas por email tras la caminata por esos valles árticos antes de regresar a la ciudad.
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