Este viaje te lleva desde los templos milenarios de Kathmandu, pasando por la jungla salvaje de Chitwan, hasta los tranquilos paseos junto al lago en Pokhara. Visita sitios UNESCO con guías locales, avista rinocerontes en safari y disfruta el amanecer en los Himalayas, todo alojándote en hoteles de primera y viajando cómodo entre destinos.
Al llegar a Kathmandu, recuerdo el bullicio fuera del aeropuerto: conductores llamando, el aroma a incienso flotando cerca. Nuestro guía nos recibió con una sonrisa y un cartel, y pronto nos adentramos por calles estrechas rumbo al hotel. Esa primera noche, la ciudad se sentía vibrante y tranquila a la vez, con banderas de oración ondeando sobre los tejados y locales charlando mientras tomaban té en pequeños cafés. Nos reunimos para repasar el itinerario, y luego salí a pasear bajo el fresco aire del crepúsculo.
La mañana siguiente arrancó temprano en el templo Swayambhunath. Los monos saltaban entre los santuarios mientras campanas sonaban de fondo. En la estupa de Boudhanath, peregrinos tibetanos giraban las ruedas de oración lentamente, sus manos casi marcando el ritmo del suave canto que nos rodeaba. La plaza Durbar de Patan era un laberinto de patios de ladrillo rojo y ventanas talladas en madera; nuestro guía nos contó cómo cada detalle narraba historias de siglos atrás. Para la tarde, habíamos absorbido tanta historia y arte que mi cabeza daba vueltas (pero de la mejor manera).
Dejando Kathmandu atrás, el camino hacia Chitwan serpenteaba entre colinas terrazadas salpicadas de pequeños pueblos. El aire cambió: más cálido y verde, y al llegar al lodge, el canto de los pájaros llenaba la noche. Esa misma noche disfrutamos de una vibrante danza Tharu; los niños del pueblo reían mientras veían a sus mayores girar palos al ritmo de los tambores. Al día siguiente, los safaris en la jungla nos llevaron por senderos embarrados en jeep abierto, avistando rinocerontes pastando entre la hierba alta, y navegando en silencio por el río Rapti mientras martines pescadores azules surcaban el aire.
Pokhara parecía otro mundo: cafés relajados junto al lago Phewa, botes deslizándose sobre aguas cristalinas con montañas reflejadas detrás. Exploramos cuevas donde el aire fresco y húmedo nos envolvía, y vimos a locales pescando desde muelles de madera al amanecer. La vista del Machhapuchhre al alba sigue grabada en mi memoria: luz rosada sobre picos nevados, mientras todo permanecía en silencio unos minutos antes de que la ciudad despertara.
Sí, es ideal para familias: las actividades son variadas pero no agotadoras, y hay opciones como asientos especiales para bebés si los necesitas.
Podrás ver rinocerontes de un cuerno, ciervos, monos, jabalíes, muchas aves y, con suerte, hasta tigres de Bengala durante el safari.
El desayuno está incluido todos los días; en Chitwan tienes pensión completa (todas las comidas), y en Kathmandu hay una cena de despedida con platos típicos nepaleses.
Incluye paseos por sitios patrimoniales y actividades suaves en la jungla; es apto para la mayoría de niveles físicos y se puede adaptar si hace falta.
Tu viaje incluye transporte privado entre ciudades para que descanses en cada traslado, tours guiados en Kathmandu y Pokhara con expertos en inglés que comparten historias locales, y todas las entradas a templos y parques. En Chitwan disfrutarás de pensión completa y actividades en la jungla como canotaje y safaris. Al llegar la noche, te alojarás en hoteles de 4 o 5 estrellas seleccionados para que el confort sea parte de la aventura.
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