Viaja desde Zihuatanejo o Ixtapa a Xihuacan con un guía local, explora ruinas antiguas, un museo lleno de artefactos y una cancha ceremonial, y disfruta un auténtico almuerzo campestre con tortillas hechas a mano y mariscos frescos. Entre momentos de calma entre viejos ladrillos y risas en la comida, descubrirás rincones de México que llevarás contigo mucho tiempo.
Manos que limpiaban una vasija de barro — así comenzó Miguel, nuestro guía, a mostrarnos Xihuacan. La levantó como si fuera algo común, pero se notaba su orgullo. El viaje desde Ixtapa duró unos 45 minutos, con las ventanas abajo para sentir la brisa (y, siendo honestos, el aire acondicionado del van estaba casi demasiado frío). Los campos pasaban rápido, salpicados de árboles de papaya y niños saludando desde la orilla. Al llegar, reinaba un silencio especial—solo se oían los pájaros y el crujir de la grava bajo nuestros pasos.
El sitio arqueológico de Xihuacan se sentía distinto a otras ruinas que he visitado. Quizá por los ladrillos —no piedra— o por lo fresco que aún parece todo aquí. Miguel nos llevó primero al museo (unos 800 objetos, dijo), señalando vasijas de obsidiana y collares de conchas tan pequeños que tuve que entrecerrar los ojos. En el aire flotaba un leve olor a tierra y cerámica antigua. En la cancha de juego nos explicó cómo los partidos estaban ligados a rituales—algunos incluso con sacrificios humanos. Esa parte me puso la piel de gallina; no esperaba sentirme tan cerca de la historia.
Luego caminamos hacia el Edificio B, construido con ladrillos por dentro y barro modelado por fuera—Miguel lo tocó para que pudiéramos notar la diferencia. Después pasamos por Soledad de Maciel, donde la gente vive justo sobre lo que hace siglos fueron barrios de clase alta. Es curioso ver ropa tendida donde antes habitaban familias antiguas—te hace pensar en el tiempo de una forma extraña.
El almuerzo llegó tras un corto viaje hacia la costa—un pequeño restaurante con sillas de plástico y un perro dormitando a la sombra. Las tortillas aún salían calientes de manos expertas; yo pedí camarones en salsa de ajo (solo el aroma me abrió el apetito). Había guacamole, frijoles, totopos… incluso leche de coco si querías. Nos reímos de mi español torpe (“camarones” no es tan fácil como parece), y Miguel nos contó historias de su abuela haciendo tortillas a mano. Aún recuerdo esa comida con cariño.
El trayecto dura aproximadamente 45 minutos desde Zihuatanejo o Ixtapa.
Incluye traslado desde y hacia el hotel, visita guiada al museo y sitio arqueológico de Xihuacan, recorrido por la comunidad de Soledad de Maciel y almuerzo en restaurante tradicional.
Se dedican alrededor de tres horas a explorar el centro ceremonial de Xihuacan.
Sí, incluye almuerzo en un restaurante tradicional de comida mexicana y mariscos.
Puedes elegir camarones o pescado (en salsa de ajo o empanizados), fajitas de pollo o pollo a la parrilla; todos acompañados de guacamole, totopos, salsa, tortillas hechas a mano, frijoles y una bebida.
Sí, el traslado es en una van con aire acondicionado para hasta 14 pasajeros.
Los niños pueden asistir si van acompañados por un adulto; no se recomienda para menores de 6 años.
El tour incluye un guía local que ofrece explicaciones durante la visita.
Tu día incluye traslado desde y hacia el hotel en Zihuatanejo o Ixtapa en una van con aire acondicionado, con un guía local que te acompañará por las ruinas y el museo de Xihuacan antes de llevarte a un almuerzo tradicional campestre—mariscos frescos o pollo con tortillas hechas a mano—y luego regresar cómodamente a tu hotel.
¿Necesitas ayuda para planear tu próxima actividad?