Camina por senderos milenarios en Teotihuacán con guía local, sube la Pirámide del Sol para disfrutar vistas del valle, detente junto a las piedras con mariposas en Quetzalpapálotl y termina el día en Ciudad de México con consejos frescos para seguir explorando por tu cuenta. No es solo tachar lugares, es sentir la historia bajo tus pies.
Ya estábamos atravesando el tráfico matutino de Ciudad de México antes de que realmente despertara, con las ventanas de la van un poco empañadas por las respiraciones silenciosas de todos. Nuestra guía, Ana, tenía esa habilidad de hacer que hasta el viaje a Teotihuacán pareciera parte de la aventura: señalaba murales mientras pasábamos por el Palacio de Bellas Artes (casi me lo pierdo, distraído con un vendedor de tamales afuera). La ciudad quedó atrás, dando paso a campos secos y ese olor a tierra polvorienta que solo se siente en las afueras.
Pisar la Calzada de los Muertos fue más extraño de lo que esperaba. Es tan amplia y abierta, pero no puedes evitar sentirte pequeño entre esas enormes piedras. Ana nos detuvo cerca de unas viejas tallas —las llamó “las mariposas”— y nos contó cómo los sacerdotes caminaban aquí al amanecer. Hubo un momento en que una brisa levantó y pude oler tierra húmeda y algo dulce, tal vez flores de alguna ofrenda. Intenté imaginar cómo sonaría este lugar hace siglos. Subimos la Pirámide del Sol (no voy a mentir, me ardían las piernas) y desde arriba se veía todo: el valle, la gente diminuta allá abajo. Alguien del grupo se sentó en silencio un rato. Lo entendí.
Después visitamos el Templo de Quetzalpapálotl—Ana nos mostró columnas talladas con plumas y mariposas. Se rió cuando intenté pronunciarlo (“¡Estás cerca!” dijo, aunque no lo creo). Los murales aún conservan color después de tanto tiempo; me hizo pensar en quién los pintó y qué estarían sintiendo. Dentro de esas paredes había un silencio que no encajaba con el bullicio afuera.
De regreso a Ciudad de México, todos estábamos más callados—cansados pero también pensativos. Ana nos dio recomendaciones para comer cerca de Alameda Central cuando nos dejara (ella jura que hay un puesto de tacos que no me puedo perder, y sí, la próxima vez voy seguro). Aún ahora, a veces me sorprendo recordando esa vista desde los escalones de la pirámide—lo lejos que puedes ver cuando dejas de subir y simplemente miras alrededor.
El viaje en transporte privado dura aproximadamente una hora por trayecto.
No incluye recogida en hotel; el regreso es en el Hotel Hilton cerca de Alameda Central.
Sí, los boletos para entrar al sitio arqueológico están incluidos en la excursión.
Se camina y se suben pirámides, por lo que se recomienda llevar calzado cómodo.
No hay paradas en tiendas o restaurantes; se recomienda llevar snacks y agua.
Protector solar, gorra o sombrero, snacks o fruta, agua y calzado deportivo son indispensables.
Se sugiere un mínimo de 12 años debido a la actividad física que implica.
El recorrido pasa por sitios como el Palacio de Bellas Artes y termina cerca de Alameda Central, pero se centra en Teotihuacán.
Tu día incluye transporte privado cómodo desde Ciudad de México a Teotihuacán y regreso (terminando junto a Alameda Central), entradas a todos los sitios arqueológicos, guía local experto en cada paso y todos los impuestos o cargos para que solo te concentres en disfrutar.
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