Camina entre las piedras milenarias de Chichén Itzá con un guía local que revive las historias mayas, nada en las aguas frescas de un cenote sagrado, prueba comida auténtica yucateca en el almuerzo y descubre la vida cotidiana en el colorido Valladolid. No es solo turismo, es sentir cómo el tiempo se mueve bajo tus pies.
Bajamos de la van cerca de Chichén Itzá, aún medio dormidos por el madrugón (de verdad pasan a recogerte al hotel), y el aire ya se sentía pesado de calor. Nuestro guía, Mario, tenía esa habilidad de hacer que hasta la piedra más pequeña pareciera importante — nos señalaba grabados desgastados en el Templo de Kukulcán que seguro habría pasado por alto si hubiera ido solo. Hay algo especial en estar parado sobre ese césped, escuchando el eco en el Juego de Pelota cuando Mario aplaudía — no es solo una historia, ¿sabes? Es un sonido que rebota a través de los siglos.
No esperaba reír tanto en un sitio histórico, pero Mario bromeaba diciendo que nunca ganaría en el juego de pelota maya (que era muy bajito, decía). Pasamos por el Mercado de las Mil Columnas y no podía dejar de imaginar cómo olía ese lugar en su época — ahora solo queda polvo y sol sobre la piedra. Después de Chichén Itzá, nos fuimos a Valladolid, un pueblo de paredes pastel y plazas tranquilas. La gente se abanica bajo los árboles. Solo paramos un rato, pero probé unos dulces de tamarindo picantes de un vendedor callejero; me ardió la boca un buen rato, pero me encantó.
Luego llegó el cenote — la verdad, estaba nervioso por nadar porque tienes que usar chaleco salvavidas (que rentas ahí), y el agua se veía casi negra en algunos puntos. Pero en cuanto me lancé, el frío me hizo jadear y todo se volvió silencio salvo por risas de niños arriba. La luz del sol entraba por un agujero en el techo como un foco. Todavía recuerdo cómo se sentía el agua en la piel — a la vez fría y suave. La comida después fue en un lugar abierto donde sirvieron cochinita pibil con arroz; nada lujoso, pero después de nadar, la comida casera sabe diferente.
De regreso, miraba los campos del Yucatán pasar rápido por la ventana y pensaba en todas esas capas de historia que caben en una excursión desde Cancún o Playa del Carmen. Hay algo que te conecta al ver cómo vive la gente hoy justo al lado de esos lugares tan antiguos — te hace sentir pequeño, pero de buena manera.
El tour dura casi todo el día, incluyendo el traslado desde tu hotel o punto de encuentro.
Sí, el transporte desde el hotel o punto de encuentro está incluido en la reserva.
Sí, tienes aproximadamente una hora para nadar; el uso de chaleco salvavidas es obligatorio y se renta ahí.
Sí, después de visitar Chichén Itzá se ofrece un buffet mexicano antes de regresar.
El guía local habla español e inglés durante la visita a Chichén Itzá.
Sí, hay una breve parada para recorrer la plaza principal y las calles de Valladolid.
Trae traje de baño, toalla, dinero en efectivo para rentar el chaleco salvavidas (obligatorio) y sandalias para los caminos rocosos.
El tour es para todas las edades; los bebés viajan en brazos durante el traslado.
Tu día incluye transporte puerta a puerta desde tu hotel o punto de encuentro, entrada guiada a Chichén Itzá con relatos de un experto bilingüe, tiempo libre para nadar en un cenote sagrado (con renta de chaleco), un buffet mexicano en el restaurante Yaxkin, además de paradas rápidas en el centro colonial de Valladolid y una tienda de artesanías mayas antes de regresar por la tarde.
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