Recorre el Centro Histórico de CDMX con un guía local, probando tacos del tamaño de la mano, bocados de chocolate, chilaquiles y más por calles llenas de vida. Escucha las historias detrás de cada parada y siente el pulso de la ciudad mientras disfrutas siete platillos auténticos, terminando con ese calor único que sólo la verdadera comida mexicana (y su gente) puede dar.
Ya estábamos a mitad de nuestra primera tortilla crujiente cuando nuestra guía, Sofía, señaló los azulejos azul y blanco de la Casa de los Azulejos y dijo: “Aquí mi abuela me traía por el pan dulce.” Podía oler el maíz caliente y algo ácido — ¿limón quizá? — que venía de un carrito cercano. Es curioso cómo la ciudad vibra a tu alrededor; gente pasando, vendedores llamando, zapatos golpeando el empedrado. Intenté no mancharme la camisa con guacamole (fallé).
Caminar por el centro histórico de la Ciudad de México fue como hojear el álbum familiar de alguien más — callejones estrechos, destellos de color por todos lados, edificios viejos que parecen haber visto mil historias. Paramos a comer tacos tan frescos que casi me quemaron los dedos. Pregunté qué llevaba la salsa y Sofía sonrió: “Es mejor que no lo sepas hasta después.” Me dio un vaso frío de agua fresca que sabía a verano. Se escuchaba risa desde la puerta de una panadería; alguien nos hizo señas para que entráramos por unos bocados de chocolate brillantes.
No esperaba sentirme tan pequeño parado en el Zócalo — es enorme, y había un murmullo bajo de música mezclado con el tráfico y las voces. Nuestra guía nos contó sobre los rituales del Templo Mayor justo en la plaza. Creo que sólo entendí la mitad porque me distrajo la forma en que el sol iluminaba las piedras de la catedral. Más tarde probamos chilaquiles que me recordaron un poco a la comida casera de mi tierra (pero con más picante). Mi español es básico, pero la gente parecía feliz de ayudarme a pedir enchiladas de mole. Li se rió cuando intenté pronunciar “enchiladas” bien — seguro la hice un lío.
Al final, perdí la cuenta de cuántas cosas probamos o en qué calle estábamos exactamente. La ciudad se sentía a la vez más grande y más cercana. A veces los tours gastronómicos son sólo para comer, pero este fue como ser parte de algo que los locales realmente disfrutan juntos. Todavía pienso en ese primer bocado de mole cada vez que veo una botella en la tienda.
El tour suele durar entre 3 y 4 horas, según el ritmo del grupo y las paradas.
Sí, pero hay que avisar al proveedor con anticipación para adaptar el menú.
El punto de encuentro es la Plaza Pino Suárez en el Centro Histórico de la Ciudad de México.
No, no incluye recogida en hotel; los participantes se reúnen en un punto central.
Se camina bastante por las calles de la ciudad; se recomienda usar calzado cómodo.
Probarás tortillas crujientes con guacamole, tacos, chilaquiles, enchiladas con mole, dulces de panadería, bocados artesanales de chocolate, cerveza local o agua fresca, y un platillo sorpresa.
Sí, es apto para la mayoría, pero no se recomienda para personas con problemas cardiovasculares.
El contenido de referencia no especifica restricciones de edad; consulta directamente con el proveedor.
Tu día incluye siete degustaciones auténticas como tortillas crujientes hechas a mano con guacamole, tacos llenos de sabor (acompañados de cerveza local fría o agua fresca), dos dulces de panaderías reconocidas incluyendo bocados artesanales de chocolate mexicano, chilaquiles al estilo azteca o enchiladas de pollo bañadas en mole — todo guiado por un local amable que comparte historias en cada paso por el Centro Histórico de la Ciudad de México.
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