Recorrerás siglos de historia de CDMX—desde ruinas aztecas hasta majestuosas catedrales—probarás dulces tradicionales y verás murales famosos mundialmente. Si quieres sentir el pulso real de la ciudad (y quizá encontrar tu dulce favorito), este tour es para ti.
Lo primero que me llamó la atención cerca del Templo Mayor fue el suave aroma a copal que salía de un vendedor ambulante. Nuestra guía, Sofía, tenía una forma especial de contar historias aztecas mientras caminábamos entre las ruinas; señaló un lugar donde aún se asomaban viejas piedras talladas bajo la tierra. Había bastante gente, pero sin agobiar; se escuchaba el murmullo de la ciudad mezclado con el lejano repicar de campanas.
Al pisar el Zócalo sentí que entraba a otro mundo. La plaza es enorme—palomas por todos lados, niños corriendo y locales apoyados en la reja del Palacio Nacional. Sofía nos explicó por qué se llama “Zócalo” (significa “base” o “zócalo”) y cómo aquí estuvo el corazón de Tenochtitlan. Desde ahí se ve clarito la Catedral Metropolitana—su sombra se extiende por la plaza a media mañana. Adentro hace fresco y huele a madera vieja e incienso. La mezcla de detalles barrocos y neoclásicos es impresionante; nunca imaginé que un solo edificio pudiera tener tantos estilos.
Después entramos a Dulcería Celaya—una tiendita pequeña con estantes llenos de dulces envueltos en papel colorido. Probé una cocada, un dulce de coco masticable que nunca antes había probado. La dueña nos contó que llevan más de cien años haciéndolos a mano. Se oye el crujir del viejo piso de madera al caminar.
El Centro Histórico está lleno de sorpresas. Pasamos por la Casa de los Azulejos—los azulejos azul y blanco reflejan el sol justo al mediodía—y luego paramos en el Palacio Postal. Aún funciona como oficina de correos, pero por dentro parece un palacio dorado. Siempre hay alguien enviando una carta o tomando fotos de la escalera.
El Palacio de Bellas Artes es imposible no notar—su mármol blanco brilla incluso en días nublados. Sofía nos mostró los murales del interior (el horario cambia, así que conviene revisar antes si quieres ver alguna exposición). A unas cuadras está el Museo de los Murales de Diego Rivera. Frente a su mural sentí que la historia de México se desplegaba en colores—hay tanto en esa pared que podrías quedarte horas descubriendo detalles nuevos.
¡Claro! La ruta es mayormente plana, ideal para cochecitos y accesible en silla de ruedas. A los niños les encanta la parada para los dulces.
No, la experiencia es gratuita. Si quieres dar propina a la guía al final, es voluntario. Lleva algo de efectivo si quieres comprar más dulces o snacks durante el recorrido.
Suele durar entre 2.5 y 3 horas, dependiendo del ritmo del grupo y las preguntas que hagan.
Zapatos cómodos son esenciales—las calles del Centro Histórico son antiguas y tienen algunas partes irregulares. Un sombrero o paraguas también ayuda, porque el clima puede cambiar rápido.
Contarás con una guía local apasionada que conoce todas las historias ocultas de cada lugar. La guía es gratis—solo trae curiosidad (y quizá unos pesos para los dulces). Sillas de ruedas, cochecitos y animales de servicio son bienvenidos. El transporte público está cerca si lo necesitas.
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