Sal de Fez con comodidad y descubre las ruinas romanas de Volubilis, el sagrado Moulay Driss Zerhoun y la imperial Meknes, acompañado de un guía local que da vida a cada parada.
Salimos de Fez justo después del desayuno, mientras la ciudad aún despertaba de su frescura matutina. Nuestro conductor, Youssef, nos recibió con una sonrisa y una botella de agua fría—un detalle pequeño, pero que se agradece. Al salir de la ciudad, el paisaje cambió rápido: olivares, colinas lejanas y alguna cigüeña posada en un tejado. El aire olía ligeramente a hierbas silvestres y tierra mojada tras la lluvia de la noche anterior. Pasamos junto a la presa de Chahed, con su superficie tranquila como un espejo, hasta que apareció la primera imagen de Volubilis—columnas que se alzaban entre el verde como sacadas de un sueño.
Recorrer Volubilis con nuestro guía fue como hojear un libro de historia, pero pudiendo tocar los mosaicos del suelo y sentir el sol calentando las piedras antiguas. Nos señaló el Arco de Caracalla y nos contó cómo los romanos eligieron este lugar por su tierra fértil. Se escuchaban los cantos de los pájaros entre los olivos y, por un momento, era fácil imaginar la vida bulliciosa en el foro hace siglos. El sitio estaba tranquilo—solo algunos visitantes y un campesino local guiando su burro al borde de las ruinas.
Después visitamos Moulay Driss Zerhoun, que se asienta sobre dos colinas. Las casas encaladas parecían deslizarse por las laderas, y un suave aroma a pan recién horneado nos acompañaba mientras paseábamos por sus callejuelas. Nuestro guía nos contó historias sobre Idriss I y por qué este pueblo es tan importante para los marroquíes. Paramos a tomar un té de menta en un pequeño café con vistas al valle—uno de esos momentos que te gustaría guardar para siempre.
Al mediodía llegamos a Meknes. La ciudad se sentía diferente: más majestuosa y con vida propia. La puerta de Bab Mansour impresionaba aún más de cerca que en las fotos—puertas enormes de madera con clavos de metal y mosaicos que brillaban al sol. Entramos en El Heri es-Souani, donde aún se percibía la frescura de los antiguos graneros de piedra. Comimos un plato sencillo pero delicioso: tagine con pan fresco en un lugar que nos recomendó el guía cerca de la medina. De regreso a Fez, mientras el campo pasaba rápido por la ventana, me di cuenta de toda la historia que habíamos vivido en un solo día.
Es una experiencia de día completo, normalmente entre 8 y 9 horas incluyendo traslados y paradas.
¡Claro! El ritmo es tranquilo y el transporte cómodo. También hay opciones para cochecitos y accesibilidad para sillas de ruedas.
Sí, tu guía puede recomendarte sitios locales en Meknes o puedes escoger algún lugar que te guste en la medina.
En cada parada tendrás tiempo para pasear o hacer fotos a tu ritmo.
Te recogerán directamente en tu hotel en Fez con un conductor amable en un coche con aire acondicionado. Incluye agua embotellada y un guía local que habla inglés o francés—solo indica tu preferencia. El tour es flexible para familias y accesible para todos.
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