Vive Tánger como un local: paseos en camello junto al mar, rincones secretos de la medina, cuevas legendarias y té de menta con vistas al océano. Este tour no es solo ver lugares, es sentir el pulso de la ciudad.
El aire de la mañana en Tánger siempre tiene un toque salado cerca de la costa. Empezamos el día serpenteando entre colinas perfumadas de pino rumbo al Cabo Spartel, donde un faro antiguo vigila el encuentro del Atlántico con el Mediterráneo. Nuestro guía, Youssef, señaló Gibraltar a lo lejos, entre la bruma. Los acantilados aquí son salvajes y ventosos; si miras hacia abajo, quizá veas pescadores lanzando sus líneas desde las rocas. Nunca me había dado cuenta de lo verde que es esta zona de Marruecos hasta que pasamos junto a eucaliptos en el camino.
La siguiente parada fue la playa de Achakar. Los camellos nos esperaban, mientras sus cuidadores charlaban en darija y colocaban mantas coloridas sobre las monturas. Cabalgar por la arena fue casi mágico: olas rompiendo a un lado, dunas al otro. Casi siempre hay un vendedor de zumo de naranja natural junto al aparcamiento; vale la pena tomar un vaso antes de seguir. La comida fue sencilla pero perfecta: sardinas a la parrilla y pan calentito de un puesto en la carretera, comidos con dedos llenos de arena.
Las Cuevas de Hércules están cerca, a un corto trayecto por un camino algo bacheado que en primavera se llena de flores silvestres. Dentro huele a humedad y tierra; la luz entra por esa famosa abertura con forma de mar. Nuestro guía contó leyendas antiguas sobre estas cuevas; casi podía imaginar a los marineros refugiándose aquí hace siglos.
De vuelta en la ciudad, entramos al Museo de la Kasbah. Está en un antiguo palacio con patios de azulejos y pesadas puertas de madera que chirrían al abrirse. Las exposiciones están llenas de joyas bereberes, alfombras descoloridas y antiguos instrumentos musicales que no encontrarás en otro lugar. Me encantó el silencio en contraste con el bullicio de la medina afuera.
La medina es un laberinto: callejuelas estrechas entre casas blancas y azules. Nos metimos en el Mercado Socco para probar aceitunas picantes y dulces cubiertos de azúcar. En el Mercado Basar, los vendedores gritaban precios sobre montones de babuchas y lámparas de latón. Youssef nos llevó al Café Hafa justo antes del atardecer; el té de menta sabe distinto aquí, tal vez por la brisa marina o simplemente por las vistas al mar donde los locales se reúnen a charlar y jugar a las cartas.
Terminamos en el Parque Perdicaris, un espacio verde donde las familias hacen picnic bajo altos pinos y los niños juegan al fútbol en claros polvorientos. Para entonces, mis pies estaban cansados pero mi mente llena de nuevas sensaciones y sonidos que no esperaba encontrar en Tánger.
¡Por supuesto! Recibimos familias con gusto; contamos con asientos para bebés y muchas zonas accesibles para cochecitos durante el recorrido.
¡Sí! Solo avísanos con antelación y te recomendaremos platos vegetarianos locales en la parada para comer o en cafés cercanos.
El vehículo es accesible para sillas de ruedas y la mayoría de los sitios permiten el acceso cómodo con silla o cochecito. Dinos si tienes necesidades especiales.
Claro que sí. Si quieres ver o evitar algo en particular, solo coméntalo al reservar y adaptamos la experiencia a tus gustos.
Tu día incluye transporte privado con WiFi, entradas a la Cueva de Hércules y Cabo Spartel, paseo en camello en la playa de Achakar, aire acondicionado todo el día y café o té de menta en Café Hafa. Todo organizado para que solo disfrutes de Tánger sin preocupaciones.
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