Cruzarás pasos de montaña, recorrerás kasbahs milenarias, montarás camellos entre dunas reales y dormirás bajo más estrellas de las que imaginabas—todo en solo dos días desde Marrakech.
Salimos de Marrakech justo cuando la ciudad despertaba—hay algo en ese aire fresco de la mañana, un poco frío incluso en verano, que te invita a descubrir qué hay más allá. Nuestro conductor nos esperaba en la puerta del riad, y partimos rumbo al Alto Atlas. El paso de Tizi-n'Tichka no es cualquier cosa—curvas cerradas, pueblos montañosos aferrados a las laderas, y de vez en cuando un vendedor ambulante ofreciendo té de menta dulce o naranjas. A 2260 metros de altura, la vista se extiende hasta el infinito. Recuerdo cómo el viento se levantó cuando paramos para hacer fotos; traía ese aroma seco de tomillo silvestre.
Luego llegó Ait Benhaddou—un lugar que parece sacado de una película (y de hecho lo es). Nuestro guía nos contó cómo algunas familias aún viven dentro de esos muros de adobe. Se pueden ver cuerdas de ropa tendidas entre torres antiguas y escuchar risas de niños detrás de pesadas puertas de madera. Tras recorrer los callejones estrechos de la kasbah, seguimos hacia el valle del Draa. Palmeras por todas partes—honestamente, millones—y kasbahs viejas asomándose entre ellas como si guardaran secretos.
Zagora se sintió diferente desde el primer momento: más tranquila, polvorienta, con camellos esperando en las afueras del pueblo. Subirse a un dromedario no es muy elegante—casi pierdo una sandalia—pero una vez que te meces al atardecer con solo dunas delante, olvidas cualquier torpeza. El campamento era sencillo pero cómodo; la cena se cocinaba sobre brasas mientras alguien tocaba el tambor junto al fuego. Más tarde me recosté y traté de contar estrellas—imposible aquí.
La mañana siguiente empezó antes del amanecer. Hay un silencio especial en el desierto cuando todos duermen, salvo quizás un guía preparando té sobre las brasas. Ver cómo el sol pinta la arena de rosa y dorado fue irreal—como si el tiempo se detuviera un instante solo para nosotros. Después del desayuno (pan plano aún tibio), volvimos hacia Ouarzazate para una breve parada en los Atlas Film Studios—muchos decorados de películas viejas dispersos bajo el sol—y finalmente llegamos a Marrakech ya entrada la tarde, polvorientos pero felices.
¡Sí! Bebés y niños pequeños pueden participar—los vehículos son aptos para cochecitos y hay asientos para bebés si se necesitan.
La cena y el desayuno están incluidos en el campamento; el almuerzo no, así que lleva algo de efectivo para cafés locales en el camino.
No es necesario—tu bivouac con tienda incluye ropa de cama para que viajes ligero.
Por supuesto—los animales de servicio son bienvenidos en esta excursión.
No—las entradas a lugares como Ait Benhaddou o Atlas Studios no están incluidas en el precio.
Tu transporte privado (con aire acondicionado), paseo en camello al atardecer, cena junto a la hoguera bajo las estrellas del desierto, noche en bivouac con tienda y desayuno forman parte de tu aventura. Solo lleva tu curiosidad—y quizá una bufanda para la brisa de la montaña.
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