Escapa del bullicio de Marrakech para vivir una tarde tranquila en el desierto de Agafay, montando camellos al atardecer con guías locales. Es relajado, sencillo y parece otro mundo.
El ruido de la ciudad se fue quedando atrás mientras nuestra furgoneta salía de Marrakech. Recuerdo que el aire se fue enfriando, justo lo suficiente para notarlo, mientras dejábamos atrás el último tráfico urbano. Nuestro conductor, Youssef, nos contó que los locales llaman a Agafay “el desierto de piedra”, no es arena como el Sahara, pero igual de salvaje y abierto. Tras unos treinta minutos, llegamos a un pequeño campamento donde unos camellos nos esperaban, mascando tranquilamente y medio dormidos.
Subirme a mi camello (el mío se llamaba Momo) me hizo sentir un poco inestable al principio. El guía me ajustó el pañuelo—dijo que ayuda con el viento—y emprendimos la marcha en fila lenta. El sol ya estaba bajando, tiñendo las colinas rocosas de dorado y rosa. Allí solo se escucha el suave golpeteo de los cascos y, de vez en cuando, el ladrido lejano de un perro pastor. Si prestas atención, puedes oler la tierra seca y las hierbas silvestres. Nos detuvimos en una cresta justo cuando el cielo se volvió naranja; todos sacaron fotos, pero yo solo quería sentarme y contemplar un rato.
Sí, los niños pueden participar y hay asientos especiales para los más pequeños. Solo avísanos al reservar.
Normalmente tarda entre 30 y 40 minutos, según el tráfico y la ubicación de tu hotel.
Lo mejor es ropa cómoda y zapatos cerrados. Una chaqueta ligera o un pañuelo vienen bien si refresca por la tarde.
Tu experiencia incluye recogida y regreso al hotel en Marrakech, un paseo de una hora en camello por Agafay al atardecer, agua embotellada para mantenerte hidratado, además de un guía local amable y todo el transporte.
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