Saldrás de Reykjavík hacia paisajes salvajes — playas de arena dorada con focas en Ytri Tunga, la solitaria Búðakirkja con vistas a glaciares, acantilados de basalto en Arnarstapi y, para acabar, Kirkjufell con su cascada icónica. Prepárate para clima real, historias del guía y momentos en los que Islandia se siente mucho más grande de lo que imaginabas.
No esperaba que nuestro guía, Jón, empezara el día bromeando sobre elfos escondidos en campos de lava. Pero ahí estábamos, saliendo de Reykjavík antes del amanecer, viendo cómo se apagaban las luces de la ciudad mientras él señalaba formas en la oscuridad que “podrían” ser trolls. Yo aún medio dormido, llegamos a Borgarnes para tomar café — la verdad, solo recuerdo el olor a bollería y a un señor mayor junto a la ventana que nos miraba como si hubiera visto mil autobuses turísticos pasar. El fiordo afuera estaba quieto y brillante. Es curioso lo rápido que uno se siente lejos de la ciudad aquí.
La siguiente parada fue la playa de Ytri Tunga, que olía a algas y sal — no desagradable, sino auténtico. Vimos focas jugueteando en las rocas; alguien del grupo intentó contarlas pero desistió. La arena era dorada (por fin no negra), y terminé con arena dentro de las botas al acercarme para una foto. Luego visitamos Búðakirkja, esa pequeña iglesia negra que todos suben a Instagram. Es más pequeña de lo que imaginaba — un poco solitaria, rodeada solo de viento y musgo. Jón nos contó que la han reconstruido varias veces desde 1703. Traté de imaginar cómo serían las bodas ahí dentro cuando afuera hay tormenta.
En Arnarstapi nos encontramos con acantilados de basalto impresionantes donde anidan aves — si te quedas quieto, puedes escucharlas, aunque pocos lo hicieron porque hacía un frío que pelaba. Cerca del camino está la estatua de Bárður (un tipo mitad hombre, mitad troll); Li se rió cuando intenté pronunciar su nombre en islandés — seguro lo dije fatal. Después fuimos a la playa Djúpalónssandur: llena de guijarros negros y restos oxidados de naufragios que parecían sacados de una película antigua. Algunos del grupo intentaron levantar las piedras vikingas; yo ni siquiera pude mover la más ligera sin quedar en ridículo.
La última gran parada fue Kirkjufell — esa montaña que parece un sombrero de mago (según Jón). La cascada delante estaba medio congelada pero seguía corriendo con fuerza, lo suficiente para ahogar todos los sonidos por un momento. La luz cambiaba cada pocos segundos; a veces azul grisácea, otras casi dorada. Saqué demasiadas fotos, pero ninguna captó realmente la paz extraña que sentí allí, con los dedos helados y los zapatos mojados.
La excursión dura todo el día, con recogida por la mañana y regreso por la tarde a Reykjavík.
Sí, la recogida y el regreso desde puntos seleccionados en Reykjavík están incluidos.
Visitarás la playa de Ytri Tunga, famosa por su colonia amigable de focas.
Hay baños en paradas como la playa Djúpalónssandur, aunque pueden no estar disponibles en invierno.
No, no incluye comida; habrá paradas para comprar algo o puedes llevar tus propios snacks.
Búðakirkja es una histórica iglesia de madera negra, situada en medio de campos de lava y con vistas a glaciares.
Niños a partir de 6 años pueden unirse si van acompañados por un adulto.
Tu día incluye recogida por la mañana y regreso por la tarde en Reykjavík, un tour guiado en minibús cómodo con WiFi, todas las entradas en el recorrido, historias de un guía experimentado que habla inglés (y a veces sobre trolls), además de tiempo en cada parada para explorar o hacer fotos antes de volver juntos a la ciudad.
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