Montarás caballos islandeses tranquilos por campos de lava salvajes a las afueras de Reykjavik. Todo el equipo está incluido y disfrutarás de una bebida caliente para entrar en calor. Guías amables que te ayudan a encontrar tu ritmo, grupos pequeños y momentos donde Islandia se siente al alcance de la mano.
Lo primero que noté fue el suave resoplido de mi caballo, su aliento formando pequeñas nubes en el aire frío justo a las afueras de Reykjavik. Las cuadras estaban a unos 20 minutos de la ciudad, pero ya parecía otro mundo. Nuestra guía, Sigrún, me entregó un casco y ropa impermeable (muy útil, porque el cielo amenazaba con lluvia). Preguntó si alguien había montado antes; la mitad levantamos la mano y la otra mitad se rió nerviosa. Al final me uní al grupo más lento, que para mí estuvo perfecto.
Los caballos islandeses son más pequeños de lo que esperaba, robustos pero con porte orgulloso, y con crines tan tupidas que parecen protegerlos de cualquier tormenta. El mío se llamaba Freyja. Sigrún me contó que su nombre significa “señora”, y eso me sacaba una sonrisa cada vez que movía las orejas hacia atrás. Salimos en fila india entre campos de lava negra, parecía sacado de otro planeta, y reinaba un silencio extraño y pacífico, solo roto por el crujir de los cascos sobre el musgo y alguna risa contenida cuando algún caballo se rascaba. La palabra clave aquí sería tour a caballo con caballos islandeses, pero apenas la pensé mientras intentaba no saltar demasiado en la silla.
A mitad del camino hicimos una parada para tomar café (o té o chocolate caliente si preferías), y todos soplaban sus vasos para calentar los dedos. Alguien intentó decir “takk fyrir” (gracias) y Sigrún se rió, su acento es mucho más bonito que el nuestro. Hay algo especial en beber chocolate caliente al aire libre con ese frío que lo hace saber aún mejor. Sigo recordando esa vista: rocas oscuras que se extienden bajo nubes bajas, con Reykjavik apenas visible como una mancha al fondo.
No esperaba encariñarme tanto con Freyja en solo dos horas. Al volver a las cuadras y devolver cascos y botas, ella soltó un pequeño bufido como si supiera que se acababa. Es curioso lo que se queda contigo: a veces el aliento de un caballo o el aroma a cuero en tus manos, incluso después de irte.
El paseo dura entre 1.5 y 2 horas; con el traslado desde Reykjavik incluido, el total es unas 4 horas.
Sí, los grupos se organizan según el nivel para que tanto novatos como expertos se sientan cómodos.
Sí, hay opción de recogida en el centro de Reykjavik antes de ir a las cuadras.
Se proporciona todo el equipo necesario: casco, botas de goma, ropa impermeable o ropa de abrigo según el clima.
La edad mínima es 7 años; el peso máximo permitido es 110 kg (240 lbs).
Durante el tour se ofrece café, té o chocolate caliente.
Los niños menores de 12 años deben ir en el grupo lento a menos que tengan experiencia montando.
Las cuadras quedan a unos 20 minutos en coche del centro de Reykjavik.
Tu día incluye traslado ida y vuelta desde Reykjavik si lo necesitas; todo el equipo para montar como casco, botas y ropa impermeable; además de una parada para tomar café, té o chocolate caliente durante tu visita a las cuadras antes de regresar a la ciudad.
¿Necesitas ayuda para planear tu próxima actividad?