Sentirás el pulso de Addis Abeba mientras recorres el mercado Merkato con un guía local, pruebas café etíope recién tostado en un café escondido, te encuentras cara a cara con Lucy en el Museo Nacional y terminas entre la gente en la animada Plaza Meskel. Risas, sabores inesperados y momentos que recordarás mucho después.
¿Conoces esa sensación de llegar a una ciudad nueva y que todo te impacte de golpe? Así fue entrar al Merkato en Addis Abeba. Nuestro guía, Dawit, sonreía mientras tratábamos de seguir el ritmo entre la multitud y los colores; él sabía exactamente a dónde ir. La sección de especias era una locura; capté ese aroma intenso a berbere mezclado con café recién tostado. Alguien me ofreció un trozo de un pan de plátano falso (creo que asentí demasiado entusiasmado), y la verdad no sé qué llevaba, pero estaba masticable y con un toque terroso. Nos metimos en una zona de reciclaje donde unos chicos golpeaban metal viejo para darle nueva vida—mucho ruido, pero todos parecían conocerse.
Después de ese caos, el Museo Nacional se sentía casi en calma. Dawit nos señaló a Lucy—sus huesos son más pequeños de lo que imaginaba—y nos contó sobre la antigua historia de Etiopía. Hubo un momento en que una señora mayor nos sonrió mientras mirábamos unas piezas antiguas; dijo algo en amárico que hizo reír a Dawit, pero no quiso traducir. Quizá fue mejor así. Luego caminamos hacia Piassa, pasando por la estatua del rey Menelik II justo en el corazón de la ciudad. El tráfico allí tiene su propia banda sonora—claxonazos, gritos y de repente pájaros volando encima.
A media mañana paramos para tomar café (claro). El lugar por fuera parecía nada especial—un cartel desgastado y sillas de plástico—pero dentro olía profundo y dulce. Ver cómo tostaban los granos sobre carbón mientras alguien abanaba el humo era casi un ritual. Intenté decir “gracias” en amárico; me gané una buena carcajada por el intento. Terminamos en la Plaza Meskel, donde los niños jugaban fútbol y los vendedores ambulantes preparaban la comida del mediodía. Nada sofisticado ni planeado—solo la vida real sucediendo a nuestro alrededor. Cada vez que huelo café fuerte, vuelvo a ese paseo en mi mente.
El recorrido cubre varios puntos clave del centro de Addis Abeba y suele durar varias horas según el ritmo y los intereses del grupo.
Sí, durante el tour hay una parada para tomar café o té etíope.
Se visita el mercado Merkato, el Museo Nacional de Etiopía (con Lucy), la zona de Piassa con la estatua del rey Menelik II, la Plaza Meskel y una cafetería local.
El tour es apto para todos los niveles de condición física.
Sí, hay opciones de transporte público cercanas para facilitar el acceso.
Tu día incluye la compañía de un guía local experto que te llevará por los mercados y barrios de Addis Abeba, además de una parada para probar café o té tradicional etíope antes de terminar en la animada Plaza Meskel.
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