Navega por el animado puerto de Ketchikan hacia los canales salvajes del Bosque Nacional Tongass, avistando ballenas, águilas calvas pescando cerca de la isla Metlakatla y curiosas focas en Walden Rocks. Con snacks y bebidas calientes incluidos, y guías locales que comparten historias, es más que un tour: es sumergirte en el ritmo diario de Alaska por unas horas.
Lo primero que noté fue el olor: una mezcla salada y fresca, con un toque verde que no lograba identificar. Acabábamos de subir al barco en Thomas Basin, y nuestra guía (¿Sarah? ¿O Sharon? Soy malo con los nombres) ya señalaba los barcos pesqueros que se mecían cerca. Se escuchaba un murmullo bajo desde el muelle y la gente nos saludaba como si fuéramos viejos amigos. Todo se sentía natural, nada preparado. Recuerdo que tenía las manos frías a pesar de las capas de ropa, pero nos dieron mantas y café caliente, lo que ayudó mucho.
Mientras navegábamos por la isla Revillagigedo, Sarah nos contó sobre los salmones, a los que los locales llaman “saltadores” cuando brincan fuera del agua. Justo cuando lo decía, vi uno saltar. Ella sonrió y dijo que pasa más de lo que uno imagina. El cielo tenía ese gris típico de Ketchikan, que hacía que todo se viera plateado y suave. En un momento, un águila calva pasó tan cerca que alguien soltó un suspiro (sí, fui yo). Pasamos por esos bosques densos —el Bosque Nacional Tongass es enorme— y se oían gaviotas peleando en la distancia.
No esperaba ver tantas focas comunes descansando en las rocas cerca de Walden Rocks. Parecían casi de mentira hasta que una levantó la cabeza y nos miró fijamente. Nos detuvimos un rato para observarlas mientras Sarah contaba una historia sobre cómo esas rocas recibieron su nombre; la verdad es que me perdí parte porque estaba tratando de sacar una foto sin que se me cayera el móvil al agua (casi lo logro). Luego llegamos a la isla Metlakatla, donde hicimos una pausa para alimentar a las águilas; ver a esas aves lanzarse por el pescado justo al lado del barco fue impresionante, como si fueran las dueñas del lugar.
Lo que más me quedó grabado no fue solo ver ballenas jorobadas (sí, vimos una que salió a la superficie justo a estribor y todos nos quedamos en silencio), sino lo natural que se sentía estar ahí, bajo la lluvia, con desconocidos que de repente dejaron de serlo. Aunque no veas todos los animales que esperas, el aire húmedo de Alaska te cambia. A veces aún recuerdo esa vista sobre el agua cuando el ruido en casa es demasiado.
El punto de encuentro es el Centro de Visitantes Berth 2, en 131 Front Street, en el centro de Ketchikan.
Sí, hay un shuttle gratuito desde Ward Cove hasta el centro; calcula una hora para el traslado.
Podrás ver ballenas jorobadas, águilas calvas, focas comunes, aves marinas, ciervos o incluso osos negros cerca de la costa.
Sí, incluyen papas fritas, pasteles, café, té, agua embotellada y agua con gas saborizada.
Sí; los bebés pueden ir en cochecito y deben sentarse en el regazo de un adulto.
El operador indica un 90% de éxito en avistamientos, aunque no puede garantizarlo.
Sí; cada embarcación tiene asientos tanto interiores como exteriores.
Desde Berth 2 son unos 1 minuto; desde los muelles 1, 3 o 4, entre 5 y 12 minutos según el ritmo.
Tu día incluye snacks como papas fritas y pasteles, además de café o té (o agua con gas si quieres algo especial), binoculares para ver la fauna de cerca, mantas para abrigarte si hace frío y recogida flexible desde el centro o Ward Cove en shuttle, para luego regresar tras la aventura.
¿Necesitas ayuda para planear tu próxima actividad?