Cruzarás puentes medievales cerca de Santiago, sentirás la bruma en la cascada del Ézaro, estarás donde los peregrinos llegan a los acantilados del faro de Finisterre y probarás auténtica comida gallega en pueblos pesqueros. Con historias locales en cada parada y tiempo para perderte o simplemente escuchar las olas en Muxía, esta excursión te deja algo más tranquilo para llevar contigo.
Salimos de Santiago de Compostela justo cuando la ciudad comenzaba a despertar, nuestro pequeño grupo aún medio dormido pero lleno de curiosidad. El autobús avanzaba por carreteras serpenteantes entre colinas verdes hasta que paramos en un pueblo que nunca había oído nombrar — Ponte Maceira. Allí hay un puente de piedra del siglo XIV que cruza el río Tambre. La niebla se aferraba a las piedras y se oía el agua correr bajo nuestros pies. Nuestro guía, Miguel, nos señaló unos molinos medievales escondidos junto a la orilla. Traté de imaginar cómo sería llevar el grano allí hace siglos. El aire olía a hojas mojadas y a pan recién hecho de algún lugar cercano.
La siguiente parada fue Muros — un pueblo pesquero donde las casas se apoyan unas en otras y el puerto huele a sal y a diésel. Paseamos por callejuelas estrechas; me distraje con un gato encaramado en un alféizar (Miguel dijo que los gatos aquí son casi vecinos). Hay algo en estos lugares que te invita a bajar el ritmo, pero pronto seguimos camino, siguiendo la costa. En la cascada del Ézaro, todos nos quedamos en silencio un momento viendo cómo el río Xallas cae directo al mar — es un estruendo salvaje, y si te acercas, la bruma te moja la cara. No me lo esperaba.
Finisterre parecía casi irreal — dicen que fue “el fin del mundo”. El faro se alza sobre acantilados donde el viento azota tu chaqueta y las gaviotas gritan en el cielo. Miguel nos contó que algunos peregrinos queman sus botas aquí tras caminar desde Santiago (yo me las quedé puestas). Tuvimos tiempo en el pueblo para comer — pulpo a la brasa con pimentón ahumado y un vino blanco fresquito. Ese sabor todavía me acompaña. Los viejos pescadores nos miraban desde sus mesas, asintiendo si les devolvías la mirada.
Después de comer, nos dirigimos hacia el norte, a Muxía. El Santuario da Barca está justo sobre las olas rompiendo, rodeado de enormes piedras con nombres que no podía pronunciar (Li se rió cuando lo intenté). Algunos subieron al Monte Corpiño para ver el Cabo Vilán y las playas desde arriba — yo me quedé un rato en una roca, escuchando el viento y pensando en lo pequeño que se siente todo aquí. Difícil explicar por qué eso me marcó más que cualquier foto.
El recorrido cubre unos 98 kilómetros desde Santiago hasta Finisterre con varias paradas a lo largo de la Costa da Morte durante el día.
No incluye comida fija, pero hay tiempo libre en Finisterre para disfrutar de la gastronomía gallega a tu ritmo.
Sí, guías profesionales cuentan historias y contexto en cada parada importante del recorrido.
Sí, los bebés pueden ir en carrito o silla durante la excursión.
La excursión incluye recogida en vehículo con aire acondicionado desde Santiago de Compostela.
Visitarás el puente medieval de Ponte Maceira, el pueblo pesquero de Muros, la cascada del Ézaro, el faro y pueblo de Finisterre, y el santuario junto al mar en Muxía.
La excursión es apta para todos los niveles físicos; también se permiten animales de asistencia.
Sí, especialmente en Finisterre y Muxía tendrás tiempo libre para descubrir a tu aire o comer.
Tu día incluye recogida en Santiago de Compostela en un vehículo con aire acondicionado y un guía local profesional que compartirá historias en cada parada — desde puentes medievales cerca de Ponte Maceira hasta los acantilados del faro de Finisterre y momentos de calma en el Santuario da Barca en Muxía. Tendrás tiempo para perderte por calles empedradas o probar marisco fresco antes de regresar cómodamente.
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