Siente el aire de altura en tu rostro mientras recorres las laderas del Cotopaxi y desciendes hasta la laguna turquesa de Quilotoa. Con un guía local, visitarás pueblos andinos, probarás bocados caseros y conocerás el arte Tigua de cerca — recuerdos que te acompañarán mucho después de volver a casa.
Con las manos aferradas al asiento de la van mientras dejábamos Quito atrás, alcancé a ver la cima nevada del Cotopaxi entre una abertura en las nubes — nuestro guía, Andrés, sonrió y dijo: “Ella es tímida por las mañanas.” El aire se fue haciendo más fino y frío mientras subíamos; olía a tierra mojada y algo parecido al eucalipto. En la laguna Limpiopungo, una mujer local nos llamó para probar sus rollos de queso casero (compré dos, aún calentitos). El viento soplaba tan fuerte que me hizo llorar los ojos, pero tal vez era solo por la vista. Caminamos hacia el refugio José Rivas — no voy a mentir, tuve que parar varias veces para recuperar el aliento. Andrés nos hizo reír con historias de montañistas que intentaron (y fallaron) subir al Cotopaxi en zapatillas. El almuerzo después supo mejor de lo que probablemente era, porque tenía un hambre feroz.
La noche en la hacienda fue como entrar en la casa de una familia — pisos que crujían, mantas gruesas y una chimenea que olía a leña. A la mañana siguiente, con un café fuerte (muy necesario), partimos rumbo a Quilotoa. El camino serpenteaba entre pueblos pequeños donde los niños saludaban al bus; un niño intentó venderme una calabaza pintada en un semáforo. En el mirador comunitario sobre la laguna Quilotoa, nadie habló por un minuto — solo ese agua turquesa impresionante abajo y la neblina rodeando el borde. El descenso fue más empinado de lo que esperaba; mis piernas temblaban cuando llegamos a la orilla. Algunos alquilaron mulas para subir de nuevo — yo lo pensé, pero terminé subiendo caminando (despacio). Mis zapatos se llenaron de polvo.
De regreso paramos en un taller de arte Tigua — pinturas brillantes por todos lados, con detalles minuciosos de la vida en el pueblo y las montañas. El artista me mostró cómo mezcla colores con los dedos en vez de pinceles; Li se rió cuando intenté decir “gracias” en kichwa (seguro lo dije fatal). Fue muy especial ver cómo viven aquí, con estos volcanes siempre en el horizonte. En el camino de vuelta a Quito, no dejaba de pensar en ese momento en el borde de Quilotoa — silencio, solo el viento y perros ladrando a lo lejos en el valle.
El tour dura 2 días y 1 noche, saliendo desde Quito.
Incluye transporte turístico desde Quito, pero no especifica recogida en hoteles.
Incluye entradas al Parque Nacional Cotopaxi y laguna Quilotoa, guía bilingüe, transporte, visita a una casa tradicional y taller de arte Tigua.
Requiere al menos condición física moderada por la altitud y el terreno.
Incluye almuerzo cada día; otras comidas no están especificadas.
Pueden participar, pero deben ir en el regazo de un adulto durante el transporte.
No; no se recomienda para embarazadas ni personas con problemas espinales o cardiovasculares.
Tu aventura de dos días incluye entradas al Parque Nacional Cotopaxi y laguna Quilotoa, visitas guiadas en inglés o español, transporte turístico cómodo, almuerzo diario, y paradas en una casa tradicional y taller de arte Tigua antes de regresar a Quito por la tarde.
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