Si buscas cambiar el bullicio de la ciudad por la auténtica vida rural cerca de Dubrovnik, este tour en bici por el valle de Konavle es una opción difícil de superar. Pedalearás entre viñedos, visitarás un molino de agua en funcionamiento, conocerás a gente que aún trabaja a mano, explorarás un monasterio centenario y acabarás con una cata de vinos en una terraza entre árboles. Un plan relajado lleno de momentos para recordar.
El aire en el pueblo de Cadmos siempre huele un poco a hierbas silvestres y tierra, sobre todo a primera hora de la mañana, justo cuando comenzamos a pedalear. Nuestro guía, Marko, nos animaba mientras pasábamos junto a cabras dormilonas y un par de viejas casas de piedra con tejados rojos. Las bicicletas eran robustas, nada lujosas, pero perfectas para los caminos irregulares entre viñedos y olivares. Aquí el silencio es distinto al bullicio de Dubrovnik; solo se rompe con el canto de los pájaros o el lejano ruido de algún tractor.
Hicimos una parada en el molino de agua Đivanović, junto al río Ljuta, que sigue moliendo grano como hace siglos. Dentro, se escucha el constante golpeteo del molino de mazas, más fuerte de lo que uno imagina. Se percibe un leve olor a piedra húmeda y harina. Un lugareño nos mostró cómo procesan la lana a mano, sumergiéndola en el agua fría del río y golpeándola sobre tablas de madera. No es algo que se vea todos los días, y me dieron ganas de probarlo al menos una vez.
Después de una pausa para picar (queso casero, higos y un café bien cargado), seguimos pedaleando por un camino sombreado hasta el Monasterio Franciscano y la Iglesia de San Blas. El lugar parece detenido en el tiempo: leones de piedra tallados en la entrada, frescos desgastados en el interior y un patio tranquilo donde hasta se oyen tus propios pasos resonar. Marko nos contó historias de monjes que escondían libros valiosos durante las guerras; incluso señaló un rincón donde aún se ven marcas de mosquete en las viejas paredes.
Terminamos de nuevo en Cadmos, subiendo a su terraza entre los árboles, a unos siete metros de altura, donde nos sentamos con copas de vino local mientras el sol se escondía tras el valle. Las piernas cansadas, pero con ganas de quedarme un rato más contemplando ese silencio y esa vista.
La ruta es mayormente llana con algunas subidas suaves; diría que es apta si tienes una forma física media. El ritmo es tranquilo y hay muchas paradas para descansar.
Lo mejor son zapatos cómodos y ropa ligera. No olvides protector solar y quizá una chaqueta ligera si vas temprano o tarde en la temporada, porque el valle puede refrescar por las mañanas.
Sí, el traslado de ida y vuelta desde el hotel está incluido para tu comodidad.
Se requiere un mínimo de 4 personas por reserva, así que los viajeros solos deberán unirse a un grupo o venir con amigos.
Te proporcionan la bici y el casco, además de snacks (queso local y fruta), una cata de vinos en Cadmos, traslados desde el hotel y un guía local amable que conoce todas las mejores historias del valle de Konavle.
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