Recorrerás las murallas del palacio de Split con un guía local que comparte historias familiares y secretos de la ciudad. Prueba chocolate artesanal, atraviesa la calle “Déjame pasar” y descubre por qué aquí la vida va despacio. No es solo historia, es memoria viva que sentirás en cada paso.
“¿Ves esa ventana allá arriba? Mi abuela solía saludarme desde ahí cuando corría por esta plaza,” contó Ana mientras comenzábamos nuestro paseo por el paseo marítimo de la Riva. Desde el primer instante, no parecía un tour, sino más bien acompañar a una amiga que conoce cada atajo y recuerdo escondido entre las piedras. El aire olía a café y sal — gente sentada al sol, charlando sin prisa. Intenté seguir su ritmo, pero no dejaba de mirar alrededor, medio esperando que el propio Diocleciano apareciera caminando.
Ana nos llevó al Palacio de Diocleciano, señalando dónde aún cuelga ropa entre las columnas romanas (se rió cuando alguien preguntó si estaba permitido — “¡Siempre lo hemos hecho!”). Bajamos a los frescos sótanos bajo la ciudad, donde puedes tocar las paredes de piedra rugosa. Es difícil de explicar — se siente como si el tiempo te apretara ahí abajo. Nos contó sobre los comerciantes y trabajadores que construyeron esos túneles hace siglos; su voz resonaba ligeramente en los viejos ladrillos. Percibí un aroma terroso, casi metálico, como de monedas antiguas o piedra húmeda.
De repente apareció la Plaza del Peristilo — la luz del sol reflejándose en el mármol, alguien tocando el acordeón cerca. Ana explicó el “pomalo,” esa forma de vivir tranquila tan propia de Split (todavía estoy en ello). Pasamos por la Catedral de San Domnio — pequeña pero orgullosa — y luego nos colamos por la calle que los locales llaman “Déjame pasar.” La verdad, casi me quedo atascado detrás de un carrito. En la chocolatería Nadalina probamos chocolate negro con higos secos; seguro hice demasiado ruido disfrutándolo, pero a nadie le importó.
La última parada fue junto a la estatua de Gregorio de Nin. Ana insistió en que frotáramos su dedo gordo para tener suerte (“Todos lo hacen — aunque digan que no”). El sol se estaba poniendo sobre esas murallas del siglo IV y la vida moderna bullía a nuestro alrededor. En ese momento comprendí que aquí la historia no está encerrada en museos — la gente vive dentro de ella. Sigo pensando en esa mezcla de piedra antigua y risas que resuenan por las calles de Split.
Sí, el tour es accesible para silla de ruedas y apto para todos los niveles físicos.
Sí, durante el paseo probarás chocolate hecho localmente.
No hay duración exacta, pero se hace a un ritmo tranquilo cubriendo los principales puntos del centro de Split.
Visitarás los sótanos del Palacio de Diocleciano, la Plaza del Peristilo, la Catedral de San Domnio, el Templo de Júpiter, el paseo de la Riva y la estatua de Gregorio de Nin.
Sí, pueden participar bebés y niños pequeños; se aceptan cochecitos y carritos.
Un guía local certificado, nacido y criado en Split, lidera cada tour.
Sí, hay opciones de transporte público cerca del lugar de inicio.
Tu día incluye un guía local certificado nacido en Split que comparte historias personales y datos históricos; recomendaciones de comida y actividades; degustación de chocolate artesanal; además de accesibilidad para sillas de ruedas y cochecitos para que todos puedan disfrutar cómodamente.
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