En esta excursión en grupo pequeño desde Dubrovnik a la bahía de Kotor en Montenegro cruzarás fronteras y zonas horarias, explorando el encanto tranquilo de Perast, las callejuelas y murallas antiguas de Kotor, y las playas animadas de Budva. Prepárate para charlas auténticas con tu guía, la brisa salada en la piel y momentos que recordarás mucho después de volver a casa.
Estaba medio dormido cuando nuestra furgoneta salió de Dubrovnik, pero al cruzar a Montenegro ya estaba bien despierto, estirando el cuello para ver por primera vez la bahía de Kotor. Nuestro guía, Marko, nos contó curiosidades de la frontera y lo importante que es tener siempre el pasaporte a mano (no bromeaba, vi a más de uno buscarlo a toda prisa). La luz esa mañana sobre el agua era extrañamente plateada, como si todo se viera más nítido. La primera parada fue Perast, un pueblo diminuto con casas de piedra justo al borde de la bahía, donde hasta se huele el mar mezclado con el incienso de las iglesias si te acercas al muelle. Marko señaló la isla de Nuestra Señora de las Rocas y bromeó sobre la cantidad de bodas que se celebran allí — “el Las Vegas montenegrino”, dijo. Intenté pronunciar ‘Boka Kotorska’ como él, pero lo destrocé por completo. Se rió y se encogió de hombros.
Kotor es un laberinto: calles estrechas que serpentean bajo tendederos, gatos por todas partes (conté al menos 12), y esas antiguas murallas que se alzan imponentes. Marko nos guió por iglesias románicas y nos contó historias de marineros que traían reliquias de todos lados. Hay un Museo Marítimo escondido en una de las plazas; entramos para refrescarnos un rato y juraría que aún huele a sal y a cera para madera. La comida fue por cuenta propia, así que pedí calamares a la parrilla en un sitio donde dos ancianos discutían en voz baja en montenegrino — ni idea de qué hablaban, pero parecía la vida real pasando justo a nuestro lado.
Terminamos en Budva, donde todo parece más luminoso, tal vez por el sol reflejándose en esas murallas venecianas o porque había niños chapoteando en el mar junto a las torres medievales. Algunos se metieron al agua (las playas aquí son de arena), pero yo me quedé paseando por Stari Grad, viendo a mujeres locales vender higos y saquitos de lavanda junto a la puerta. El viaje de vuelta a Dubrovnik fue tranquilo; todos nos hundimos en los asientos, cansados pero felices, con esa sensación que queda tras ver tanta belleza en un solo día. Aún ahora, a veces me sorprendo pensando en esa luz plateada sobre la bahía de Kotor.
Sí, es obligatorio llevar pasaporte válido o DNI de la UE para entrar a Montenegro desde Croacia.
Sí, la recogida y regreso al hotel están incluidos en la reserva.
El grupo es de máximo 8 personas por minivan.
No, hay una tasa de entrada de 2 euros por persona que se paga al entrar a Kotor.
Sí, los bebés y niños pequeños pueden participar; hay asientos especiales para bebés bajo petición.
Sí, el transporte en esta excursión es accesible para personas en silla de ruedas.
Si quieres nadar en las playas de Budva durante el tiempo libre, lleva tu bañador.
La moneda oficial en Montenegro es el euro (€).
Tu día incluye transporte en minivan con aire acondicionado, recogida y regreso al hotel en Dubrovnik, guía local conductor que comparte historias durante el camino, y mucho tiempo libre para descubrir Perast, Kotor (con su casco antiguo declarado Patrimonio de la Humanidad) y Budva a tu ritmo antes de regresar por la tarde cruzando la frontera.
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