Descenderás a la Catedral de Sal de Zipaquira con un grupo pequeño y guía local, explorando túneles iluminados en azules y morados intensos. Habrá tiempo para almorzar en la plaza colonial—prueba el ajiaco si te animas—y espacio para momentos tranquilos o charlas. Prepárate para el aire fresco bajo tierra y las sonrisas cálidas en la superficie.
Apenas salimos de Bogotá, nuestro conductor Andrés empezó a contarnos anécdotas de sus viajes de niño a Zipaquira. Yo todavía medio dormido, con el café en mano dentro de la van, veía cómo el paisaje cambiaba rápido: los edificios daban paso a colinas verdes y a esos puestos de carretera que venden arepas. El viaje no fue largo (quizá una hora y algo), pero se sentía como si dejáramos atrás el ruido de la ciudad para entrar en un mundo más tranquilo. Al llegar a la entrada de la Catedral de Sal, Andrés nos entregó las entradas—sin filas, algo que se sintió casi como un milagro—y nos sugirió tomar las audioguías en el idioma que quisiéramos. Elegí inglés, aunque luego me quedé con ganas de probar en español para escuchar cómo suena “nave” en ese contexto.
Bajar a la catedral es… sorprendentemente tranquilo. El aire se vuelve más fresco y se percibe un leve olor mineral, como piedra mojada después de la lluvia. Todo dentro está tallado en sal: túneles, cruces, hasta los bancos. La iluminación en tonos azules y morados invita a susurrar sin querer. En un momento, el grupo se detuvo en una estación del Vía Crucis y nadie dijo nada por un minuto, solo escuchando el eco de los pasos adelante. Recuerdo haber pasado la mano por una pared (probablemente no estaba permitido) y sentir lo rugosa que era bajo la palma.
Después paseamos por la plaza principal de Zipaquira—piedras empedradas, balcones viejos con pintura descascarada, gente sentada en bancas compartiendo empanadas. Andrés nos señaló su restaurante favorito para almorzar (probé el ajiaco; se rió cuando casi lo llamo “sopa de ajiaco”, que según él es redundante). Tuvimos tiempo para sentarnos y ver pasar a los locales antes de regresar a Bogotá. Aún pienso en ese instante de silencio bajo tierra—qué diferente se siente la sal comparada con la piedra o la tierra. Se queda contigo de maneras inesperadas.
La Catedral de Sal está a unos 50 km de Bogotá; el viaje en carro dura entre 1 y 1.5 horas, según el tráfico.
Sí, la recogida en hoteles de Bogotá está incluida en esta excursión a la Catedral de Sal de Zipaquira.
No, el guía lleva las entradas anticipadas para que no tengas que hacer fila ni comprarlas por tu cuenta.
No, el almuerzo no está incluido, pero habrá tiempo en el pueblo para que el guía recomiende restaurantes locales.
Sí, puedes pedir una audioguía en el idioma que prefieras al entrar a la Catedral de Sal.
El tour es apto para todos los niveles de movilidad; los bebés pueden ir en cochecito y se permiten animales de servicio.
Tu día incluye transporte con aire acondicionado y recogida en hotel en Bogotá, entrada anticipada a la Catedral de Sal de Zipaquira (sin filas), audioguía en el idioma elegido dentro de la catedral, tiempo libre para almorzar en un lugar recomendado por tu guía o conductor, y un paseo relajado por la plaza principal de Zipaquira antes de regresar cómodamente a tu alojamiento.
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