Verás Medellín desde todos sus ángulos: a pie, en teleférico, a través del arte urbano y en medio de mercados vibrantes. Esta excursión combina el sabor local con historias reales y te da muchas oportunidades para conectar con las personas y lugares que hacen única a Medellín.
Lo primero que me llamó la atención en Parques del Río fue el sonido: risas de niños, música que llegaba desde un altavoz cercano y el suave murmullo del río. Caminamos por senderos sombreados mientras nuestro guía nos contaba cómo este espacio verde antes era solo concreto y tráfico. Ahora, es el lugar donde los locales vienen a respirar o a encontrarse después del trabajo. El aire se sentía incluso más fresco aquí, especialmente después de una breve lluvia que dejó todo con olor a tierra mojada y limpio.
Luego fuimos al mercado campesino. Para ser sincero, perdí la noción del tiempo recorriendo los puestos llenos de gulupa, pitahaya y curuba. Había una señora mayor vendiendo pequeños vasos de jugo fresco de guanábana; me insistió en que lo probara (lo hice, dos veces). Nuestro guía señaló hierbas que las familias indígenas usan para todo, desde dolores de cabeza hasta desamores. Los colores y las conversaciones hacían que pareciera que estábamos en el mismo corazón de Medellín.
¿El viaje en teleférico? Una vista totalmente diferente de la ciudad. Mientras sobrevolábamos los barrios, se veían ropas ondeando en los techos y niños saludándonos desde abajo. Es increíble pensar que esto forma parte del transporte público de Medellín; nuestro guía dijo que cambió la vida de quienes viven en las laderas. El recorrido duró unos 15 minutos, pero nos dio una idea real de lo grande y diversa que es Medellín.
Caminar por la Comuna 13 fue como entrar en una galería al aire libre. Cada muro contaba una historia: algunos murales eran brillantes y llenos de esperanza, otros crudos, con recuerdos de tiempos difíciles. Subimos por las escaleras eléctricas (la verdad, mis piernas me lo agradecieron), parando de vez en cuando para escuchar mientras nuestro guía local compartía historias de su infancia en esos años complicados. Arriba, hay un mirador desde donde se ve toda Medellín extendida abajo; ahí entiendes por qué este lugar fue tan importante en la historia de la ciudad.
Cuando llegamos a la Plaza Botero, estaba llena de vida: artistas callejeros haciendo trucos cerca de esas enormes esculturas de bronce con las que todos quieren una selfie. No pude evitar sonreír ante los “gorditos” de Botero; son juguetones pero también tienen una fuerza especial en persona. Nuestro guía contó cómo poner estas esculturas aquí ayudó a recuperar el centro como un espacio para todos.
A la vuelta de la esquina está El Palacio Nacional, un edificio que parece sacado de otra época con sus altas columnas y detalles elegantes. ¿Y ahora? Tiendas mezcladas con galerías de arte que muestran el lado creativo de Colombia. Es genial ver cómo antiguas salas de gobierno se transformaron en espacios llenos de vida y color.
¡Sí! Los guías hablan inglés (y a veces otros idiomas) para que te sientas cómodo durante todo el recorrido.
El ritmo es tranquilo con descansos; las escaleras eléctricas ayudan en la Comuna 13. La mayoría lo encuentra manejable.
Puedes avisar a tu guía sobre cualquier alergia; te ayudará a elegir opciones seguras o evitar degustaciones si es necesario.
¡Claro! Se proporciona transporte privado para que no tengas que preocuparte por moverte.
Tu día incluye transporte privado entre todas las paradas, entrada a reservas naturales o galerías según corresponda, además de café o té durante el recorrido—solo pídele a tu guía si quieres una taza extra.
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