Descenderás hasta lo profundo para conocer la famosa Catedral de Sal de Colombia, descubrir cómo la sal moldeó la vida local durante siglos y conocer gente amable en el pueblo de Zipaquirá. Es parte lección de historia, parte aventura—y, sinceramente, una experiencia única.
Lo primero que noté al bajar de la van en Zipaquirá fue el leve aroma a minerales en el aire—una mezcla terrosa, casi metálica. Nuestro guía, Camilo, nos entregó cascos con una sonrisa y nos condujo hacia la entrada. La Catedral de Sal no es una iglesia cualquiera; está tallada en lo profundo de una antigua mina de sal, a unos 180 metros bajo tierra. Al entrar, la temperatura bajó un poco—te recomiendo llevar una chaqueta ligera si eres friolento. Las paredes brillaban bajo una luz suave, y después de un rato podías saborear un poco de sal en los labios.
Dentro, Camilo nos explicó cómo los mineros moldearon cada cámara a mano durante décadas. Nos contó historias sobre las rutas prehispánicas de comercio de sal y nos mostró los lugares donde los locales aún vienen a rezar. Hay un eco silencioso que te acompaña mientras avanzas—de vez en cuando se escucha el goteo del agua en algún rincón lejano. Tras recorrer los túneles y capillas de la catedral, regresamos a la luz del día y nos adentramos en el pueblo de Zipaquirá. Allí se encuentran casas coloniales de colores vivos y pequeñas cafeterías donde la gente disfruta un tinto (café local). Charlamos con algunos dueños de tiendas—una señora vendía pequeñas figuras de sal en forma de llama—y compramos algunos recuerdos antes de regresar.
Bajarás aproximadamente 180 metros bajo el nivel del suelo dentro de la mina de sal para llegar a la zona principal de la catedral.
¡Sí! El recorrido es mayormente plano y los guías ajustan el ritmo para todos. Eso sí, los niños deben ir acompañados por un adulto.
Lo ideal es ropa casual cómoda. Lleva una chaqueta ligera porque puede hacer frío bajo tierra, y zapatos cómodos son recomendables.
Por supuesto—hay pequeñas tiendas con artesanías locales y lugares para tomar café o comer algo en el pueblo después de la visita.
El traslado desde y hacia tu hotel está incluido, además de transporte privado con un conductor-guía amable. También están cubiertos los boletos de entrada a la Catedral de Sal—sin costos sorpresa. Todos los impuestos y cargos administrativos están incluidos para tu tranquilidad.
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