Pedalea o camina por las calles vibrantes de Cartagena con un guía local que revive la historia y el cine. Disfruta café fuerte, jugo natural, iglesias centenarias y conoce gente amable. Termina donde quieras, sin apuros, solo momentos reales llenos de risas y sol.
Lo primero que me llamó la atención fueron las bicis: ninguna igual, lo que hizo que pareciera que las habíamos tomado prestadas de un amigo en vez de estar en un tour. Quedamos en casa de nuestro guía (se presentó como Jaime, pero todos le decían “el Profe”) y arrancamos bordeando la Bahía de Cartagena. El aire tenía esa humedad salada que solo se siente cerca del Caribe, y Jaime empezó con historias de piratas — al parecer, justo donde íbamos pedaleando hubo batallas de verdad. Casi podía escuchar cañonazos si cerraba los ojos con fuerza. O tal vez era mi imaginación volando.
Paramos a tomar café en un lugar pequeño con paredes cubiertas de carteles de películas antiguas. Jaime nos contó sobre el Festival Internacional de Cine de Cartagena — parece que su familia tiene algún vínculo con su fundador. Hablaba tan rápido que me perdí parte, pero se notaba el orgullo en su voz. El café estaba tan fuerte que despertaría hasta a mis antepasados. En un momento intenté decir “gracias” con el acento local y una señora mayor que atendía se rió con cariño. Esa pequeña escena se me quedó grabada más de lo que esperaba.
La iglesia de Santo Domingo se veía aún más antigua de cerca que en las fotos — la piedra fresca al tacto, el sol reflejando en sus paredes amarillas. Entramos un rato; Jaime nos señaló detalles en la arquitectura y unas pinturas viejas que seguro habría pasado por alto. Afuera, nos dio jugo de naranja que compró a un vendedor callejero mientras nos contaba sobre el santo de Cartagena (cuyo nombre todavía no logro pronunciar). Cerca, niños jugaban fútbol y se escuchaba música que venía de algún lado — ¿cumbia tal vez? Difícil saber, pero le daba vida a todo.
El paseo por Getsemaní fue ruidoso y colorido — murales por todos lados, vecinos saludando desde las puertas, alguien asando maíz en la esquina. Jaime se detenía cada pocas cuadras para contar historias de películas filmadas ahí o para presentarnos a gente que conocía (que parecía la mitad del barrio). Para entonces hacía tanto calor que la camiseta se me pegaba a la espalda, y la verdad, no me importó nada. Podíamos terminar donde quisiéramos; sin prisas ni vueltas obligadas. Esa libertad hizo que todo se sintiera menos como un tour y más como… ser parte de Cartagena por una tarde.
Sí, hay bicicletas para niños y se pueden añadir asientos para bebés.
Incluye café, jugo de naranja, agua embotellada y un souvenir durante la excursión.
El punto de partida es la casa del guía cerca del centro de Cartagena; la ubicación exacta se comparte tras reservar.
No es necesario devolver las bicis; puedes terminar en cualquier punto del centro que prefieras.
No se recomienda para personas embarazadas ni con problemas de columna o cardiovasculares.
La duración varía según el ritmo, pero suele durar varias horas con final flexible.
Tu día incluye una bicicleta única (o ruta a pie), casco si lo necesitas, agua embotellada, paradas para café colombiano fuerte y jugo natural, además de un pequeño souvenir del guía local. Termina donde quieras dentro del centro sin necesidad de devolver la bici.
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