Pedalea por La Candelaria con un guía local, descubre plazas históricas, prueba fruta en el Parque Nacional y recorre barrios con arte urbano escondido. Todo el equipo incluido. Prepárate para risas, sorpresas como el lulo y momentos en que la ciudad se siente muy cerca.
No esperaba que mi primer recuerdo de Bogotá fuera el sonido de campanas de bicicleta antiguas resonando sobre los adoquines de La Candelaria. Allí estábamos—yo, un grupo de viajeros y nuestro guía Camilo, agitando un paraguas amarillo brillante como si fuera una bandera. Me dio un casco que aún olía a lluvia (acababa de parar de lloviznar—el clima en Bogotá es impredecible). Al principio me tambaleé en la bici, pero Camilo sonrió y dijo: “No te preocupes, todos se ven torpes los primeros cinco minutos.” Y tenía razón.
Empezamos a pedalear por calles estrechas llenas de murales—algunos explosiones de color, otros como protestas silenciosas pintadas en ladrillo. Camilo nos contó cómo esos muros narran historias del pasado y presente de Colombia; yo trataba de seguirle mientras esquivaba algún perro callejero. El aire tenía un toque metálico por la lluvia matutina y un aroma a café mezclado con algo dulce de una panadería cercana. Recuerdo que paramos en una plaza donde señaló cómo la ciudad creció desde raíces indígenas hasta la trama colonial española. La historia no se sentía como datos, sino como capas que casi podías tocar.
En el Parque Nacional (que es mitad bosque y mitad punto de encuentro urbano), familias descansaban bajo los árboles mientras adolescentes tocaban música en altavoces viejos. Nos detuvimos para beber agua y alguien nos ofreció fruta de su bolsa—lulo, ácido y cítrico. Nunca lo había probado. El paseo por la Avenida El Parkway fue más fácil de lo que pensaba; los árboles formaban un túnel y la luz del sol se colaba perezosa entre las hojas, como cuando no tienes prisa. Entre risas por mi español torpe (“¡gracias por el lulo!”) y las historias de Camilo sobre los cambios en Bogotá, me di cuenta de que no había mirado el móvil ni una sola vez.
Cuando regresamos a La Candelaria, con las piernas cansadas pero felices, vimos grafitis que nos dejaron sin palabras por un momento—solo para admirarlos. Hay algo en recorrer una ciudad en bici que hace que todo se sienta más cercano: la gente saludando desde las puertas de sus tiendas, el pavimento irregular bajo tus ruedas, hasta tu propia respiración mezclada con el aire fino de Bogotá a esa altura. Aún recuerdo ese último tramo de regreso; quizás eran endorfinas o algo más que no sé explicar.
Sí, siempre que sepas andar en bici. La ruta es accesible para la mayoría de niveles físicos.
El recorrido inicia en la Plaza Chorro de Quevedo, en el centro de Bogotá.
Vístete para clima cambiante; los cascos los proporcionan, pero lleva capas de ropa por si hace frío o calor.
No hay paradas formales para comida, pero puede haber breves descansos donde te ofrezcan frutas o snacks locales.
Sí, el seguro todo riesgo está incluido en tu reserva.
Sí, se incluyen bicicletas y cascos, además de asistencia técnica durante el recorrido.
No se especifica la duración exacta, pero espera varias horas cubriendo los puntos clave del centro de Bogotá.
El tour puede hacerse en inglés o español según las necesidades del grupo.
Tu día incluye el uso de una bici bien mantenida con casco y asistencia técnica durante todo el recorrido. Un guía local experto te llevará por cada parada—desde plazas históricas hasta callejones con grafitis ocultos—y el seguro todo riesgo está cubierto para que solo te preocupes por disfrutar la energía de Bogotá.
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