Si quieres descubrir Siem Reap más allá de los templos y las multitudes, este paseo al atardecer por el campo es ideal. Pedalearás por caminos tranquilos, conocerás a la gente local en sus pueblos y terminarás el día con snacks mientras el sol se pone sobre interminables arrozales.
Justo después de que me recogieran en el hotel, nos dirigimos a una pequeña tienda de bicicletas escondida lejos del bullicio. La guía, Sophea, que creció cerca, me ayudó a elegir una bici de montaña que realmente me quedara bien (algo no tan común en el sudeste asiático). Tras una breve introducción, pedaleamos por las afueras de la ciudad, esquivando algún tuk-tuk y dejando atrás el aroma a brochetas de cerdo a la parrilla que salía de los puestos callejeros. En pocos minutos el ruido urbano se desvanece y te rodean campos abiertos y el canto de los grillos.
Los caminos de tierra son irregulares, pero eso es parte del encanto. Pasamos junto a niños jugando con neumáticos viejos, búfalos pastando y mujeres vendiendo arroz pegajoso envuelto en hojas de plátano. En un momento, un anciano nos hizo señas para que probáramos su dulce casero de azúcar de palma, pegajoso y dulce, mejor que cualquier cosa que haya probado en casa. Sophea nos contó que la mayoría de las familias aquí cultivan arroz o crían patos, y se siente la vida diaria solo con observar cómo la gente sigue su rutina nocturna. Hicimos una pausa en un pueblito donde todos parecían conocer a nuestra guía; nos saludaban con sonrisas y un “hello” mientras pasábamos.
Cuando el sol empezó a bajar, Sophea nos llevó a un amplio arrozal rodeado de delgadas palmeras. El cielo se pintó de ese naranja rosado difuso que solo ves en Camboya. Abrimos latas frías de cerveza local (o refrescos si prefieres) y picamos plátanos fritos mientras libélulas revoloteaban. Se escuchaba un murmullo tranquilo desde los campos —¿ranas, tal vez?— y por un momento parecía que el tiempo se detenía. Sobre las 7 pm regresamos a la ciudad, con las piernas cansadas pero contentos, el polvo en los zapatos y la sensación de haber vivido algo que pocos turistas llegan a ver.
¡Sí! El ritmo es tranquilo y la guía se asegura de que todos estén cómodos. La ruta es mayormente caminos planos de tierra.
Te recomiendo protector solar, gafas de sol, repelente de insectos, ropa cómoda para pedalear y quizá una mochila pequeña para tus cosas.
Sí, hay bicicletas para niños, remolques y asientos para bebés si vienes con peques.
La recogida y regreso al hotel están incluidos en el precio, ¡todo muy sencillo!
Incluye agua embotellada, snacks locales deliciosos al atardecer, bici de montaña en buen estado con casco, bebidas frías al final del recorrido, guía en inglés que conoce cada rincón, y recogida y regreso al hotel. También hay asientos especiales para bebés y bicicletas para todas las edades.
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