Camina por Vidigal con un guía local que conoce cada atajo y historia, sube en mototaxi por las colinas serpenteantes y haz la caminata al Morro Dois Irmãos para disfrutar de vistas salvajes sobre Río—las playas de Leblon, Rocinha, el Cristo Redentor a tus pies. Prepárate para momentos reales: risas con locales, la luz del atardecer en tu cara y, si quieres, fotos con dron.
Abres los ojos y Vidigal te rodea—niños jugando a la pelota en la plaza, el aroma del pastel frito que se escapa por una ventana. Nuestro guía, Rafael, sonrió al vernos luchar con los cascos del mototaxi. “No se preocupen, se acostumbrarán,” dijo, aunque yo nunca lo hice del todo. El paseo zigzagueaba por calles estrechas que parecían patios traseros—la música rebotando en las paredes, la ropa ondeando sobre nuestras cabezas. Pensaba: esto es un martes cualquiera para alguien aquí.
El sendero comienza donde termina el asfalto. No es difícil, pero se siente en las pantorrillas después de un rato—raíces bajo los pies, tierra roja que mancha los zapatos. Rafael paraba de vez en cuando para señalar cosas: Rocinha extendiéndose abajo como un patchwork; la Pedra da Gávea asomando entre la bruma; el Cristo Redentor apenas visible si entrecerrabas los ojos y esquivabas los cables. Nos contó la historia de Vidigal—cómo la gente construyó su propio mundo en esta ladera. En un momento pasamos junto a un grupo de adolescentes compartiendo mate en un vaso de plástico; nos saludaron con esa sonrisa relajada tan típica de los cariocas.
Hay pequeñas pausas en los miradores donde todos se quedan en silencio por un momento—no por asombro ni nada dramático, solo para absorberlo. La ciudad se ve distinta desde aquí arriba. Leblon e Ipanema se curvan abajo como si fueran parte de otra vida. Alguien detrás mío murmuró un “wow” y me reí porque sí, yo sentí lo mismo. Si haces la caminata al atardecer (como nosotros), esa luz dorada suaviza todo—el océano parece brillar. Mi teléfono no pudo captarlo bien, pero Rafael tomó fotos para nosotros (incluso usó un dron, ¡una locura!).
Sigo pensando en ese último tramo en la cima—el viento que se levanta, todos compartiendo agua y cuentos en portugués e inglés mezclados. Nos quedamos más tiempo del planeado porque nadie quería ser el primero en irse. Bajando, mis piernas estaban como gelatina pero la cabeza me sentía despejada de alguna forma.
La caminata es de unos 1.5 km y toma aproximadamente 50 minutos subir.
La experiencia ofrece opciones de recogida en mototaxi o van desde la Plaza de Vidigal; el transporte público también está cerca.
Verás la favela Rocinha, la Pedra da Gávea, el Cristo Redentor, las playas de Leblon e Ipanema, la Lagoa Rodrigo de Freitas y más.
Sí, el sendero es fácil a moderado y apto para todos los niveles de condición física.
Sí, puedes elegir salidas por la mañana, tarde o al atardecer para distintas experiencias.
Sí, el guía toma fotos y videos durante la caminata; hay tomas con dron disponibles pero no están incluidas en el precio.
El mototaxi o van cuesta 7 reales por persona y trayecto; la entrada al sendero cuesta 10 reales por persona.
Tu guía vive en Vidigal y conoce a fondo su cultura e historia.
Tu día incluye la guía de un residente local de Vidigal que comparte historias en el camino; cobertura en fotos y videos durante la caminata (con opción a tomas con dron); además de transporte seguro hasta el inicio del sendero en mototaxi o van—con horarios flexibles para que elijas luz de amanecer o atardecer sobre Río.
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