Navega la costa de Bonaire en un schooner amplio con guías locales, haz snorkel en arrecifes llenos de vida (equipo incluido) y disfruta un almuerzo casero preparado por la tripulación. El bar abierto ofrece bebidas mientras te relajas en cubierta o en las redes, incluso si prefieres no hacer snorkel. Más que prisas, se trata de saborear momentos: risas en la comida, el aire salado en el pelo y, con suerte, ver alguna tortuga.
Lo primero que noté fue el crujir de las tablas de madera del Lady Bellaïs bajo mis sandalias y ese viento salado que no dejaba de despeinarme. Apenas habíamos zarpado cuando nuestro guía —no recuerdo si era Jairo o su primo— señaló cómo cambiaba el color del agua, con esas franjas turquesa y azul marino. Alguien detrás mío bromeó sobre lo amplio que se sentía el barco, y la verdad, aunque éramos unos sesenta, nunca se sintió lleno. El bar abrió enseguida (probé una cerveza local, fría y un poco dulce) y me quedé un rato sentado en las redes de proa, viendo cómo la costa de Bonaire se deslizaba lentamente.
Cuando llegamos al punto para hacer snorkel en el norte, se sentía el aroma a protector solar y cebollas a la parrilla que venía de abajo (la esposa del capitán ya preparaba el almuerzo). Repartieron el equipo y nos dieron una breve explicación: dos guías en el agua y chalecos para quien quisiera. No soy muy buen nadador, pero me sentí tranquilo sabiendo que estarían pendientes. El arrecife era impresionante: peces loro con destellos azul-verde, peces trompeta quietos como si fueran ramas. Alguien gritó “¡tortuga!” y todos miramos tarde, típico. Mi máscara se empañaba, pero no me importó; simplemente floté escuchando mi respiración y las risas lejanas desde la cubierta.
Si no te apetecía hacer snorkel, podías quedarte en cubierta con una bebida (el bartender preparó un cóctel de maracuyá que sabía a vacaciones) o tumbarte en la cubierta superior, donde había más tranquilidad. El almuerzo fue estilo familiar: arroz local, algo con plátanos, y todos comimos juntos en largas mesas. Hubo un momento en que Li intentó enseñarme a decir “gracias” en papiamento; seguro lo dije mal, pero ella sonrió igual.
De regreso, sonaba música —mezcla de clásicos y ritmos isleños— y la gente bailaba en popa mientras otros colgaban los pies sobre el agua. El sol bañó todo con luz dorada por unos diez minutos antes de llegar al puerto. A veces todavía pienso en esa vista: el reflejo en el agua y lo fácil que fue conectar con todos en esas horas.
Sí, el transporte privado está incluido con la reserva.
No, no hace falta experiencia; los guías ayudan a principiantes y ofrecen chalecos flotadores.
Navegarás en el Lady Bellaïs, un schooner tradicional grande de madera.
Sí, hay bar abierto con refrescos, cerveza, vino, cócteles, jugos y agua embotellada.
Sí, la familia del capitán prepara una comida local después del snorkel.
El barco puede llevar hasta 114 personas, pero normalmente navega con 60–70 para mayor comodidad.
Sí, hay dos baños separados a bordo.
Claro, los no nadadores pueden relajarse en cubierta y los niños pueden ir en cochecitos o carriolas.
Tu día incluye transporte privado desde tu alojamiento hasta el schooner Lady Bellaïs, uso de equipo de snorkel y chalecos si los necesitas (con dos guías locales en el agua), bar abierto con refrescos y opciones alcohólicas como cerveza o vino, agua embotellada durante todo el paseo, dos baños a bordo para mayor comodidad y un almuerzo local casero preparado por la familia del capitán antes de regresar juntos al puerto.
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