Camina sobre el infinito salar blanco de Uyuni, sube a trenes oxidados y a islas cubiertas de cactus, captura esas fotos divertidas con ayuda de tu guía local y caliéntate en aguas termales bajo un cielo estrellado. Momentos que te quedarán para siempre, como flamencos en lagunas rojas o el amanecer sobre géiseres burbujeantes.
Aún recuerdo cuando bajé de la camioneta cerca del cementerio de trenes de Uyuni — viejas locomotoras oxidadas esparcidas como huesos antiguos bajo un cielo tan intenso que casi me dolían los ojos. El viento traía ese aroma seco y metálico, y nuestro guía, Javier, bromeaba diciendo que si escuchábamos bien, podríamos oír a los fantasmas de ingenieros ingleses o franceses. Quizás era solo un chiste. De todas formas, trepamos sobre esos esqueletos de hierro, tomando fotos y riéndonos de lo pequeños que nos veíamos junto a esas ruedas gigantes.
La primera vez que vi el salar en persona — no solo en fotos — me quedé quieto un momento. Es tan plano que pierdes la noción de la distancia; todo parece posible y extrañamente tranquilo. Javier nos enseñó a hacer esas fotos con perspectiva divertida (tenía un pequeño dinosaurio de juguete para dar escala), pero yo no podía dejar de fijarme en cómo la luz rebotaba en los hexágonos de sal. Almorzamos un filete de llama en el Museo de Sal Playa Blanca (sabe parecido a la carne de res, pero más fibroso), con polvo de sal pegado en los dedos. Esa noche, en el Hotel de Sal Tambo Loma, me acosté sintiendo las paredes — sí, bloques de sal de verdad — frescos y rugosos bajo la palma de mi mano.
La mañana siguiente estuvo más fría de lo esperado, con el aliento formando nubes al pasar junto a volcanes cubiertos de nieve. Paramos en una laguna donde tres tipos de flamencos picoteaban en aguas rojizas — James, Andino y Chileno — todas patas largas y plumas rosadas. Traté de decir “flamenco” en español y me equivoqué; Javier sonrió sin corregirme del todo. Más tarde vimos nubes densas deslizarse sobre árboles de piedra moldeados por el viento en formas que parecían sacadas de un cuadro de Dalí. El hostal esa noche era sencillo, pero lo suficientemente cálido después de un día tan largo al aire libre.
En la última mañana llegamos justo al amanecer a los géiseres — vapor sulfurosos por todas partes, barro burbujeante que hacía un sonido suave como sopa hirviendo en casa. Mi cabello olía a minerales por horas después de relajarme en las aguas termales de Polques (a 37°, perfectas). Flotando ahí, con las estrellas aún visibles, todo se sentía irreal; nadie hablaba mucho, solo sonrisas silenciosas entre extraños que ya compartían demasiados amaneceres juntos. Si buscas una aventura tipo Machu Picchu en Cusco pero con un toque más extraño, Uyuni es tu lugar.
Cada vehículo tiene capacidad para hasta 6 personas durante el tour.
El tour comienza en la oficina de Salty Desert en Uyuni; no se menciona recogida en hotel.
La primera noche es en el Hotel de Sal Tambo Loma (habitación privada), y la segunda en un hostal en Huayllajara Village (habitación privada con baño compartido).
Se incluye almuerzo en el Museo de Sal Playa Blanca; las demás comidas no están detalladas.
Sí, hay tiempo para relajarse en las piscinas termales cerca de Polques el tercer día.
Visitarás varias lagunas donde se pueden observar tres especies de flamencos: James, Andino y Chileno.
El tour es adecuado para la mayoría, pero no se recomienda para personas con lesiones de columna o problemas cardíacos.
Se debe pagar 150 Bolivianos por la entrada al parque el segundo día; pueden aplicarse otros cargos locales.
Tu viaje incluye transporte en vehículo cómodo (máximo seis personas por auto), dos noches de alojamiento — la primera en habitación privada en un hotel de sal con baño privado, la segunda en un hostal básico cerca de las aguas termales — además de almuerzo en el Museo de Sal Playa Blanca y varias paradas para fotos guiadas por expertos locales que conocen cada rincón de estos paisajes salvajes.
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