Recorrerás llanuras blancas surrealistas, verás el atardecer convertir el Salar de Uyuni en un espejo gigante, brindarás bajo estrellas salvajes y subirás volcanes ancestrales con un guía local. Prepárate para madrugadas y aire frío, pero también para risas, nuevos amigos y momentos que se quedan mucho después de sacudir toda esa sal.
Lo primero que recuerdo es el crujido bajo mis botas al salir en el cementerio de trenes a las afueras de Uyuni. Nuestro guía, Javier, ya bromeaba diciendo que esas locomotoras oxidadas eran “las modelos de Instagram de Bolivia”. El aire olía a metal seco, como rieles calentados por el sol y sal a lo lejos. Subimos al Land Cruiser (botas puestas, almuerzo listo), y yo todavía medio dormido cuando apareció Colchani, con sus fábricas de sal y montones de cristales blancos. Ver a las mujeres con coloridos mantones empacando sal a mano me hizo entender cuánto trabajo hay detrás de este lugar que no aparece en las fotos.
Luego llegó el Salar de Uyuni, plano como un mar congelado, extendiéndose hasta donde alcanza la vista. Javier nos mostró los “ojos” donde el agua se filtra por la costra (casi me resbalo; él se rió). El almuerzo también fue ahí: sándwiches de carne de llama con un paisaje que me hizo olvidar comer. El efecto espejo era increíble: nubes flotando bajo nuestros pies, y por un momento sentí que habíamos dejado la Tierra atrás. Al atardecer nos juntamos con vino tinto y galletas mientras el cielo cambiaba del dorado al púrpura sobre kilómetros de sal. Más tarde, de noche, volvimos al salar para observar las estrellas; me recosté hasta que el cuello me dolió contando cuántas estrellas cabían sobre una persona.
La mañana siguiente fue dura—las alarmas a las 5 am nunca son fáciles—pero el amanecer sobre ese blanco infinito valió cada paso somnoliento. Después del desayuno en nuestro hostel de sal (sí, hasta las camas tenían sabor a sal si las probabas... no preguntes), nos dirigimos a la Isla Incahuasi. Cactus gigantes por todos lados; vizcachas saltando entre las rocas; la luz reflejándose en los azulejos hexagonales bajo los pies. El silencio era mayor al esperado—solo el viento y a veces algún grito lejano de otro grupo resonando en la inmensidad.
El volcán Tunupa parecía cerca, pero tardamos un buen rato en llegar (las distancias aquí juegan con la cabeza). Vimos flamencos caminando por pozas poco profundas y llamas mascando perezosamente sin prisa. La subida a la cueva de las momias fue lenta—no voy a fingir que no me quedé sin aire—pero parado ahí arriba, mirando todo el salar abajo… todavía recuerdo esa vista cuando el ruido del día a día me abruma.
No incluye recogida en hotel; el tour comienza en la oficina de Andes Salt Expeditions en Uyuni.
Incluye cena y desayuno; el almuerzo del primer día se lleva preparado para el salar.
Sí, los guías conductores son bilingües en inglés durante toda la experiencia.
Se pasa la noche en un hostel construido con bloques de sal cerca del salar.
Sí, si el clima lo permite, hay una sesión de observación de estrellas en el salar por la noche.
El efecto espejo se aprecia mejor de abril a diciembre, cuando no hay lluvias.
Se necesita un nivel moderado de forma física; hay trekking a altura cerca del volcán Tunupa.
No; no se recomienda para bebés, personas con lesiones de columna, problemas cardíacos o que no estén aclimatadas a la altura.
Tu viaje de dos días incluye transporte en Land Cruiser 4x4 con un guía bilingüe experimentado, todas las comidas (almuerzo preparado para el primer día en el salar, más cena y desayuno), alojamiento en un hostel único de sal cerca del Salar de Uyuni, además de snacks como vino y galletas al atardecer. Tendrás tiempo para fotos, caminatas entre los gigantes cactus de la Isla Incahuasi, exploración de cuevas cerca del volcán Tunupa y observación nocturna de estrellas si el cielo está despejado.
¿Necesitas ayuda para planear tu próxima actividad?