Viaja desde Viena atravesando pueblos moravos hasta las calles antiguas de Praga, explora la historia de la Plaza de Wenceslao con un guía local, cruza el Puente de Carlos entre estatuas y música, disfruta del Reloj Astronómico y aún tendrás tiempo para perderte antes de regresar.
Lo primero que recuerdo es el suave traqueteo de la furgoneta al cruzar la frontera hacia la República Checa — los campos de Moravia deslizándose bajo un cielo gris, pequeños pueblos con tejados rojos que aparecían de vez en cuando. Nuestro guía, Tomás, repartió botellas de agua y bromeó con su “lista de música checa” (que en realidad era pop de los 80, pero encajaba perfecto). Pensaba en lo sencillo que era todo: te recogen en tu hotel en Viena y de repente estás viendo cómo cambia el paisaje. Fue todo tan fluido que casi no parecía real. La frontera en sí fue un simple cartel y más colinas onduladas.
Praga me impactó primero por sus sonidos — las campanas del tranvía resonando entre la piedra, un músico callejero cerca de la Plaza de Wenceslao. Empezamos ahí, y Tomás nos señaló dónde se juntaban las multitudes durante la Primavera de Praga (se quedó callado un momento; se notaba que le importaba). El aire olía a castañas asadas mezcladas con humo de coches. Subir hacia el Castillo de Praga llevó más tiempo del que esperaba (¡esas calles empedradas!), pero dentro del distrito del castillo todo parecía más grande — las agujas de la catedral de San Vito asomaban entre las nubes. Una señora mayor vendía postales y me guiñó un ojo cuando intenté hablar un poco de checo. Esa postal aún la guardo.
La “ruta de la coronación” baja por callejuelas estrechas, pasando por tiendas pequeñas que venden marionetas y objetos de cristal. Cruzar el Puente de Carlos fue… bueno, bastante lleno, pero también tenía algo mágico. Estatuas por todos lados, gente frotando la figura de San Juan Nepomuceno para atraer suerte (Tomás decía que funciona si crees con fuerza). El río Moldava se veía gris y frío; barcos pasaban lentamente mientras músicos callejeros tocaban una melodía triste con el violín. En un momento perdí de vista al grupo porque me detuve demasiado tiempo en una estatua, pero a nadie pareció importarle.
Terminamos en el Reloj Astronómico justo cuando daba la hora — todas esas figuras diminutas girando mientras la gente estiraba el cuello y hacía fotos. Tomás explicó cómo funcionaba (solo entendí la mitad), pero ver esos engranajes en movimiento me sacó una sonrisa. Después tuvimos tiempo libre en el centro; me fui a tomar un café y me senté solo a observar a la gente pasar. De vuelta a Viena me quedé dormido escuchando a Tomás hablar suavemente sobre la historia de Bohemia — su voz se mezclaba con el murmullo de la furgoneta. Esa vista al salir de Praga me quedó grabada más tiempo del que esperaba.
El tour dura todo el día, incluyendo el tiempo de viaje entre Viena y Praga.
Sí, incluye recogida y regreso al hotel en Viena.
Verás la Plaza de Wenceslao, el Castillo de Praga, el Puente de Carlos, la Plaza del Casco Antiguo y el Reloj Astronómico.
Sí, después del paseo a pie tendrás tiempo libre en el centro de Praga.
No incluye comidas; se proporciona agua embotellada durante el trayecto.
Este tour no está disponible para niños menores de 5 años.
Es necesario llevar pasaporte válido o DNI de la UE el día del viaje.
Sí, hay opciones de transporte público cerca de las principales atracciones del tour.
Tu día incluye transporte cómodo en minivan desde Viena con agua embotellada, comentarios en vivo de tu guía durante el trayecto por Moravia y Bohemia, paseos guiados por el centro histórico de Praga — desde la Plaza de Wenceslao hasta el Puente de Carlos — y recogida y regreso al hotel para que no tengas que preocuparte por nada.
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