Sube a un pequeño safari costero guiado por un local a lo largo de los antiguos acantilados de Isla Canguro. Observa delfines saltando a nuestro lado, focas tomando el sol en las rocas y águilas marinas volando sobre tu cabeza, mientras sientes la brisa salada en tu rostro. Cada salida es única, y esa imprevisibilidad es parte de su encanto.
Casi pierdo el barco, y lo digo en serio. Se me enganchó el cordón del zapato en la rampa de Penneshaw y terminé subiendo al barco con las mejillas ya rojas de vergüenza (y quizá del viento). Dave, el capitán, solo sonrió y me pasó una chaqueta impermeable. “Te va a venir bien,” dijo. Tenía razón: el aire allá afuera es fresco y salado, y te despierta al instante.
Lo primero que me llamó la atención fue el olor: algas y un aroma salado, no desagradable, sino auténtico. Cuando zarpamos, Dave empezó a señalar los acantilados y a contarnos la edad de esas rocas (“más viejas que los dinosaurios,” dijo, y tuve que buscarlo después, no estaba bromeando). No pasó mucho hasta que alguien gritó “¡delfines!” y ahí estaban, surfeando nuestra estela como si fueran dueños del mar. Intenté grabarlos, pero terminé con mi dedo en el video. Así es a veces.
Navegamos junto a grupos de focas de hocico largo, estiradas como turistas perezosos sobre las rocas calentadas por el sol. Una levantó la cabeza para mirarnos, apenas un movimiento, y volvió a dormirse. Sobre nosotros, un águila marina de vientre blanco volaba tan cerca que se veía la curva de su pico. Dave nos contó que estas águilas son de por vida; no sé por qué esa frase me quedó grabada, pero así fue. El agua estaba calma en algunos tramos y agitada en otros, una mezcla que resultaba a la vez relajante y salvaje.
No dejaba de pensar en lo impredecible que era todo. No puedes hacer que los delfines aparezcan ni decirle a un águila cuándo pasar; ellos hacen lo que quieren. Hay algo reconfortante en esa libertad. De regreso, un niño preguntó si la próxima vez veríamos ballenas (parece que en meses fríos es posible). Ojalá que sí, me encantaría.
El paseo en barco dura aproximadamente 75 minutos recorriendo la costa.
Podrás ver delfines, focas de hocico largo, leones marinos australianos, águilas marinas y, en meses fríos, a veces ballenas.
No, no incluye traslado; el tour sale desde el puerto de Penneshaw.
Sí, los niños pueden participar pero deben ir acompañados por un adulto; hay arneses para bebés disponibles.
Podrás cambiar la fecha o recibir un reembolso completo si el clima impide la salida.
Sí, todos los pasajeros reciben chalecos salvavidas durante el paseo.
Si tu barco no puede atracar por mal tiempo o problemas con la lancha, puedes cancelar o reprogramar hasta tres años después.
Los avistamientos no están garantizados porque son animales salvajes; cada día es diferente según su comportamiento.
Tu día incluye un paseo guiado de 75 minutos con un capitán local por la costa de Isla Canguro. Recibirás protector solar, chaquetas impermeables (créeme, las usarás), chalecos salvavidas para seguridad y arneses para bebés si viajas con los más pequeños.
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