Comienza con recogida en tu hotel de Múnich y acceso sin colas a Neuschwanstein. Pasea en carruaje por Hohenschwangau, explora las calles pintadas de Oberammergau con tiempo libre para comer o comprar, y visita la Abadía de Ettal donde aún cantan monjes bajo los picos alpinos. Momentos mágicos y llenos de emoción te esperan.
Lo primero que recuerdo es a nuestro guía llamando a la puerta del hotel en Múnich—temprano, pero sin pasarse. Tenía una manera tranquila de hablar, como si hubiera hecho ese viaje cien veces, pero aún así se fijaba en detalles nuevos por la ventana. El camino hacia Hohenschwangau estaba envuelto en niebla, y de vez en cuando veía destellos de campos verdes bajo ese cielo azul tan típico de Baviera. Subimos en el shuttle hasta Marienbrücke (el Puente de María)—confieso que me temblaron un poco las piernas al asomarme. La vista del castillo de Neuschwanstein desde ahí parece irreal, como si alguien lo hubiera pintado solo para postales. Nuestro guía nos contó historias sobre el rey Luis II—lo llamaba “el Rey Cisne” con una sonrisa cómplice—y nos señalaba detalles que jamás habría notado solo, como los cisnes tallados por todas partes. Dentro del castillo, te unes a un grupo guiado (es la norma), pero la verdad es que perderse por esos pasillos llenos de murales y terciopelo me hizo olvidar que había más gente.
Bajar del castillo en carruaje tirado por caballos me pareció un poco absurdo al principio—¿quién hace eso hoy en día? Pero cuando escuchas el repiqueteo de los cascos contra la piedra y hueles la mezcla de heno con agujas de pino, todo cobra sentido. Ya en el pueblo de Hohenschwangau, nos dirigimos a Oberammergau. Ese lugar me sorprendió: casas pintadas de colores vivos con escenas salvajes en las paredes (nuestro guía explicó que unas eran historias bíblicas y otras leyendas locales). Un hombre mayor tallaba figuras de madera frente a su tienda; nos saludó con un gesto pero siguió concentrado en su trabajo. La comida fue lo que encontramos—un bocadillo de bratwurst para mí, nada especial, pero sentarse en esa plaza viendo pasar a la gente tenía una paz extraña.
La última parada fue la Abadía de Ettal—un enorme edificio barroco pegado a los Alpes. Todavía viven monjes allí; si tienes suerte, puedes oír sus cantos resonando dentro (nosotros los escuchamos un rato—se me pusieron los pelos de punta). El aire olía dulcemente a algo horneándose—¿pan, tal vez? Nuestro guía contó que el monasterio lleva aquí desde 1330. Es difícil imaginar tanto tiempo en un solo lugar. De camino a Múnich, no dejaba de pensar en cómo cada parada parecía un mundo aparte—castillos entre las nubes, pueblos pintados, silenciosos pasillos de abadía—y en lo cansado pero feliz que estaba al final del día.
El viaje en vehículo privado desde Múnich hasta el pueblo de Hohenschwangau, cerca del castillo, dura aproximadamente 1 hora y 45 minutos.
Sí, tu reserva incluye entradas sin colas para Neuschwanstein en esta excursión privada.
Sí, tendrás tiempo libre para almorzar y hacer compras durante la parada en Oberammergau.
La recogida y el regreso al hotel en Múnich están incluidos en esta experiencia privada de día completo.
Sí, los bebés y niños pequeños pueden ir en cochecito o carrito durante la excursión.
Si el puente está cerrado por nieve o motivos de seguridad (normalmente en invierno), visitarás Neuschwanstein pero no podrás acceder al mirador del puente.
El máximo estándar es de 7 personas por reserva; grupos más grandes pueden solicitarse bajo petición.
La visita al castillo es en grupo según la normativa oficial; tu guía privado te acompañará en el resto del día.
Tu día incluye recogida y regreso al hotel en Múnich en vehículo privado, entradas sin colas para Neuschwanstein con traslado en shuttle hasta el Puente de María cuando esté disponible, paseo en carruaje cuesta abajo por Hohenschwangau si está en funcionamiento, paradas en Oberammergau para comer o comprar y tiempo en la Abadía de Ettal antes de volver.
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