Vivirás los mercados vibrantes de Lima, recorrerás las piedras milenarias de Cusco y el Valle Sagrado, y estarás en Machu Picchu justo al amanecer—un instante íntimo y colectivo. Guías locales se encargan de todo para que solo te dediques a probar sabores nuevos, escuchar leyendas y dejar que Perú se quede en tu piel.
Llegamos a Lima ya entrada la noche, un poco aturdidos por el vuelo, pero nuestro traslado nos esperaba—nada de buscar taxis ni batallar con el español desde el primer momento. Recuerdo el primer respiro afuera: aire húmedo con un toque de sal y humo de autos, y de repente Miraflores—palmeras, parejas mayores paseando junto al acantilado, esa estatua de “El Beso” que todos fotografían. Nuestra guía, Lucía, sonrió cuando intenté mi español oxidado en el mercado (“¿más maracuyá?”), y la verdad, creo que valoró más el intento que mi pronunciación. Paseamos por la Plaza Mayor y entramos a la Catedral, fresca y con ecos; casi se sienten los siglos bajo tus pies. La ciudad se sentía en capas—fachadas coloniales que esconden cevicherías y murales.
El vuelo a Cusco es corto pero se nota en los pulmones—aire fino, todo más nítido. La luz de la tarde hizo brillar las puertas azules de San Blas. Nuestro guía local Mario nos llevó por la calle Hatun Rumiyoc señalando esa famosa piedra de 12 ángulos (la toqué para la suerte; dijo que todos lo hacen). Paramos en el mercado de San Pedro donde el olor a pan fresco se mezclaba con frutas—algo familiar pero distinto. En Sacsayhuamán, esas piedras gigantes encajan tan perfecto que ni una postal cabe entre ellas. Mario bromeó con los extraterrestres pero luego se puso serio hablando de la ingeniería inca; podría haber escuchado horas si no me diera un poco de mareo por la altura.
El día en el Valle Sagrado fue un torbellino de colores—los tejedores de Chinchero nos mostraron cómo la lana de alpaca se tiñe de rojo intenso con cochinilla (aún guardo un trozo de hilo en mi mochila). Las terrazas de Moray parecían sacadas de una película de ciencia ficción. El almuerzo fue sencillo pero perfecto: sopa de quinua y maíz tostado que crujía entre los dientes. Ollantaytambo se sentía vivo—niños jugando fútbol cerca de ruinas más antiguas que muchos países.
Casi no dormí la noche antes de Machu Picchu—¿nervios o emoción? El bus subía en zigzag en la oscuridad mientras el grupo susurraba para no despertar a los dioses de la montaña (palabras de Mario). Al amanecer, las nubes se corrieron justo para que la luz dorada bañara esas terrazas—juro que no parecía real por un par de minutos. Mario nos dejó sentarnos en silencio antes de contar historias de Pachacuti y ciudades perdidas; se notaba el orgullo al compartirlo. Al almuerzo en Aguas Calientes llegué quemado, cansado, feliz—y con ganas de quedarme un poco más.
Sí, los traslados desde el aeropuerto y recogidas en hoteles están incluidos durante todo el tour.
Sí, las entradas con acceso temprano a Machu Picchu están incluidas junto con un guía privado.
No, los vuelos entre Lima y Cusco no están incluidos; deberás reservarlos por separado.
Se proporcionan alojamientos en hotel cada noche según la categoría que elijas.
Sí, guías profesionales bilingües acompañan las visitas en Lima, Cusco, Valle Sagrado y Machu Picchu.
Sí, el almuerzo está incluido durante la excursión al Valle Sagrado antes de ir a Aguas Calientes.
La entrada está programada para las 6:00 am para acceder al amanecer; si no hay disponibilidad, se ofrecen horarios alternativos.
El itinerario incluye tiempo para aclimatarse en Cusco; consulta con tu médico si tienes dudas sobre el mal de altura.
Tu semana incluye todos los traslados en aeropuerto y hoteles en Lima y Cusco; recogidas para cada excursión; visitas guiadas con expertos locales en cada sitio; entradas a Sacsayhuamán, terrazas de Moray, ruinas de Ollantaytambo; acceso temprano a Machu Picchu con guía privado; alojamiento cada noche según tu elección; y almuerzo durante el día en el Valle Sagrado antes de tomar el tren hacia Machu Picchu Pueblo.
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