Respira el aire fresco de Montserrat antes de recorrer su histórico monasterio con guía. Luego, disfruta de una cata de vinos en una bodega familiar y comparte una comida tradicional en una masía entre viñedos. Risas con cava, momentos de calma en patios de piedra y detalles que recordarás mucho después.
Lo primero que recuerdo es el perfil dentado de Montserrat asomando por la ventana, como si alguien hubiera cortado el cielo con un cuchillo de pan. Acabábamos de dejar atrás Barcelona (aún olía a pasteles recién hechos cerca del Palau de la Música) y nuestra guía Marta ya nos contaba historias de monjes y milagros. Hablaba en un catalán inglés suave que hacía que todo sonara a secreto. La carretera subía entre nubes bajas y cuando bajamos, me reventaron los oídos y hacía un frío que no esperaba.
Me escapé un momento cerca de la basílica, no pude evitarlo. Las piedras estaban frías al tacto, casi vibraban. Por detrás se oían risas de niños de un colegio, sus voces rebotaban por los patios. Marta señaló el sendero de la Cruz de Sant Miquel y dijo que si te fijas bien, puedes ver pequeños senderistas subiendo allá arriba (lo intenté, igual necesito gafas nuevas). También explicó que Montserrat significa “montaña serrada” en catalán—Li se rió cuando intenté repetirlo. Seguro que lo dije fatal.
El cambio del aire de montaña al sol del viñedo fue casi un golpe. Bajamos por carreteras serpenteantes hasta la tierra del vino, pasando campos tan verdes que parecían de mentira (pero olían a tierra y a algo dulce). En la bodega familiar, Anna nos recibió con un apretón de manos y el típico beso en ambas mejillas—todavía me resulta raro, pero aquí se siente cercano. Caminando entre las hileras de viñas, nos dejó probar uvas directamente de la planta, pequeñas explosiones de azúcar y polvo. En la bodega hacía fresco y olía a piedra mojada; Anna sirvió cava en copas finas mientras nos contaba que su abuelo sigue recogiendo cada racimo a mano.
La comida fue en una antigua masía en medio de la nada—o en todas partes si cuentas los viñedos. El pan llegó calentito, los tomates tan blandos que se podían untar con el dedo, el aceite de oliva picaba en la lengua. Es curioso cómo todos se callaron cuando llegó la comida; hasta Marta sonrió y nos dejó disfrutar. Todavía pienso en esa vista desde la ventana: viñas hasta el infinito, la luz del sol reflejándose en nuestras copas. Si vas, lleva una chaqueta para Montserrat, pero guarda espacio para el postre.
Es una excursión de día completo que sale de Barcelona a las 8:15 y regresa por la tarde o al anochecer.
Sí, incluye un almuerzo tradicional de tres platos con bebida durante la visita a la bodega.
Harás una cata guiada de cuatro vinos diferentes, incluido cava, en una bodega familiar pequeña.
La recogida es en un punto céntrico cerca del Palau de la Música Catalana, no en hoteles individuales.
Habrá tiempo para explorar el monasterio y puedes elegir paseos cortos o seguir a la guía a miradores; lleva calzado cómodo.
El almuerzo tradicional ofrece platos de temporada; normalmente hay opciones vegetarianas, pero conviene avisar antes.
Sí, podrás pasear por tu cuenta o acompañar a la guía a puntos específicos del monasterio.
El tour acepta niños y bebés; hay asientos especiales para bebés bajo petición.
Tu día incluye transporte cómodo en minivan desde el centro de Barcelona cerca del Palau de la Música Catalana, entrada al Monasterio de Montserrat con tiempo para recorrer patios y senderos, visita íntima y cata en una bodega familiar (con cuatro vinos), además de un almuerzo tradicional de tres platos con bebidas antes de regresar por la tarde.
¿Necesitas ayuda para planear tu próxima actividad?