Recorre el desierto en quad cerca de las pirámides de Giza con un guía local, para para sacar fotos panorámicas (y alguna que otra risa), luego disfruta un té egipcio en un café entre las dunas antes de dar otra vuelta. Prepárate para llevar arena en los zapatos y un recuerdo que se queda contigo.
Lo primero que recuerdo es cómo se veía la arena: como dorada, pero con una luz rosada que la hacía brillar de forma extraña. Acabábamos de llegar cerca de las pirámides de Giza y, para ser sincero, mi corazón latía más por los nervios que por la emoción. Nuestro guía, Khaled, me pasó un casco y sonrió como si supiera cuántos novatos había visto agarrar el manillar con miedo. Nos explicó cómo manejar los quads (yo me quedé atascado dos veces, él solo se reía) y arrancamos hacia ese vacío inmenso y vibrante que solo se siente fuera de El Cairo. El ruido de la ciudad desapareció rápido; solo se oía el motor y el viento.
No esperaba que el aire oliera tan seco, casi metálico, ni que mi bufanda se llenara de polvo tan rápido. Paramos en un punto desde donde se veían las tres pirámides alineadas detrás de nosotros—Khaled insistió en sacar como veinte fotos (“¡Una más! ¡Ahora salta!”). Había algo en estar ahí, con arena en los zapatos y el sudor bajando por la espalda, que hacía todo más real que cualquier postal. Luego seguimos adentrándonos—mis manos ya me hormigueaban de tanto apretar el acelerador—y terminamos en un pequeño café que parecía plantado en medio de las dunas. El té que sirvieron tenía un sabor dulce y ahumado, y te juro que sabe mejor cuando lo tomas sentado en un cojín tambaleante con las botas medio enterradas en la arena.
Antes de regresar, volvimos a montar, lo cual fue bueno porque para entonces ya había aprendido a no derrapar en cada curva (más o menos). Desde lejos, unos niños nos saludaban—uno intentó enseñarme a hacer un caballito con señas; fingí no entender para evitar accidentes. Cuando regresamos, sentí que había dejado la mitad de mis preocupaciones allá, entre las dunas y esas piedras milenarias. Es curioso lo que se queda después: el sabor del té, o ese cielo inmenso y silencioso sobre Giza.
La duración total es de unas 2 horas, incluyendo el traslado.
Sí, la recogida y regreso al hotel son gratuitos.
Sí, los guías dan instrucciones de seguridad y ayudan a los que no tienen experiencia.
Sí, todos los participantes reciben casco para su seguridad.
Incluye agua embotellada y café o té egipcio en un café del desierto.
Sí, el transporte está adaptado para sillas de ruedas.
Los bebés pueden unirse usando asientos especiales o cochecitos que se proporcionan.
No, no se requiere experiencia; los guías explican todo en el lugar.
Tu día incluye recogida y regreso al hotel en vehículo con aire acondicionado, todas las entradas y tasas, casco para seguridad, agua embotellada y tu elección de café o té tradicional egipcio en un café del desierto antes de volver de tu aventura en Giza.
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